Los Malditos dos. El Último Averno J. Jesus Lemus La escalofriante continuación de Los malditos (con más de cuarenta mil ejemplares vendidos), libro en el que Jesús Lemus contó su estancia en el penal federal de Puente Grande y de qué manera consiguió subsistir a condiciones extremas. El Chapo Guzmán El Güero Palma Costoso Quintero (sigue) Vera Palestina, homicida del Gato Félix La Rana, asesino de Posadas Ocampo Armando Amezcua, Rey de las anfetaminas Sergio Villarreal, El Grande Carlos Rosales, creador de La Familia Orlando Magaña, el asesino de Tlalpan. A lo largo de su tiempo en cárcel su tarea de reportero fue la tabla de salvación de Jesús Lemus, la que le dejó reunir por vez primera las historias de múltiples de los criminales más temibles. Esta vez, Lemus se plantea continuar adelante en el recorrido, no solo desde las confidencias de otros presos, sino más bien a través de un detallado testimonio de su experiencia personal. Con el ánima en la mano, el cronista describe las emociones más crueles, como cuando recibió una sentencia, lo que representaba su entrada en el "último averno". Desde la obscuridad de las mazmorras, descubrimos relatos como los del Grande, uno de los primordiales operadores de los Beltrán Leyva, quien aseguraba contar con la amistad de encumbrados políticos. Además, Lemus halla anécdotas estrafalarias en torno a capos de la talla de Costoso Quintero o bien el Güero Palma, quienes participaban en "fugas imaginarias" o bien puestas en escena a las que los presos se debían sostener para no fallecer en el encierro. Uno de los puntos climáticos es la narración en primera persona que hace Humberto Rodríguez Bañuelos, el homicida de Juan Jesús Posadas Ocampo, quien revela de dónde vino verdaderamente la ordende matar al cardenal y expone los razonamientos por los que en algún instante se consideró "el mejor asesino de México". La saga de "Los malditos" forma uno de los testimonios más inquietantes sobre la experiencia de la privación de la libertad, y al tiempo un registro concluyente que deja ver la manera en que el gobierno utiliza las prisiones como genuinos centros de exterminio.