En La caja china, SánchezOstiz trata de contestar, adoptando la manera de un imaginario detective, el interrogante de a qué sitio conducen las huellas que a su espalda ha dejado un hombre desaparecido de forma inopinada en extrañas circunstancias: unas pocas posesiones banales y los mínimos objetos personales abandonados en la habitación de un hotel fantasmagórico, en el invierno mortecino de una pequeña urbe de playas y casinos. Su pesquisa lleva al autor a proseguir los pasos de un personaje desclasado y de pensamiento errante, especialista en la doble vida y en la carencia de coraje, poseedor de una notable impericia para administrar tanto los temas propios como los extraños, y náufrago claramente en la sociedad de su temporada y en su vida. Un personaje que en la cuarentena se empeña, pese a todo, en hallar su sitio en el planeta, en reconstruir las pocas certidumbres de su existencia, sus trampas, engaños, temores y torpezas, en reconciliarse asimismo consigo y en localizar una genuina vía de escape que le libere de las sombras de su conciencia.SánchezOstiz aborda la crónica, más irónica que sombría, de un tiempo obscuro y de un planeta turbio que se oculta bajo una cacareada sociedad del bienestar y traza de paso las precisas siluetas de sus figurantes: una tropa de sonámbulos, perdida en su temporada, los insatisfechos y marginales, bizcos de manos a veces, mas estrictamente contemporáneos. Personajes que se discuten consigo mismos en el turbio escenario de una urbe del sur de Francia encarada al océano, en un territorio claramente fronterizo, sin poder distinguir lo vivido de lo imaginado, el planeta de la luz y el planeta de la sombra, lastrados por un pasado incierto y prácticamente desprovistos de otro futuro que no sea el de desaparecer en extrañas circunstancias