El Libro de las Ninfas, los Silfos, los Pigmeos, las Salamandras y el resto espíritus es una de las obras de Paracelso que más han influido en los cuentos y leyendas de tradición popular. Su lectura nos sumerge en los nublosos torbellinos de los arquetipos ancestrales, en el cosmos mágico de lo fantástico, de lo sobrenatural. Goethe, los hermanos Grimm, Heine y todos y cada uno de los autores que más tarde se han referido al planeta de las hadas, las ninfas, los elementales y los espíritus, se han basado en esta emocionante obra traducida y anotada por Pedro Gálvez. Una obra que, hasta la presesnte edición, ha sido nueva en lengua española y que ahora presentamos así como una reproducción del texto original. Paracelso (catorce millones novecientos treinta y mil quinientos cuarenta y uno) fue un alquimista, médico y astrólogo suizo.1 Fue conocido presuntamente por haber conseguido la transmutación del plomo en oro a través de procedimientos alquimistas y por haberle dado al cinc su nombre, llamándolo zincum. Estaba contra la idea que entonces tenían los médicos de que la cirugía era una actividad marginal apartada a los barberos. Sus investigaciones se volcaron sobre todo en el campo de la mineralogía. Viajó bastante, en busca del conocimiento de la alquimia. Generó antídotos o bien fármacos con la ayuda de los minerales para destinarlos a la lucha del cuerpo contra la enfermedad. Otro aporte a la medicina moderna fue la introducción del término sinovial; de allá el líquido sinovial, que lubrifica las articulaciones. Además de esto estudió y descubrió las peculiaridades de muchas enfermedades (sífilis y bocio entre otras muchas) y para combatirlas se sirvió del azufre y el mercurio. Diríase que Paracelso fue un predecesor de la homeopatía, puesto que aseguraba que "lo parejo cura lo parejo" y en esa teoría basaba la fabricación de sus medicinas. Lo que le importaba a él primeramente era el orden galáctico, que halló en la tradición astrológica. La doctrina del Astrum in corpore es su idea capital y más querida. Leal a la concepción del hombre como microcosmos, puso el firmamento en el cuerpo del hombre y lo designó como Astrum o bien Sydus. Fue para él un cielo endosomatico cuyo curso estelar no coincide con el cielo astronómico sino más bien con la constelación individual que empieza con el "Ascendiente" o bien horóscopo