Puntualizas A El Nombre De La Rosa Umberto Eco"Tenía ganas de envenenar a un fraile." De este modo confiesa Umberto Eco en este libro el anhelo homicida que le llevó a redactar su más insigne novela: El nombre de la rosa. Es un alivio esto de que la cultura sirva para encauzar los anhelos más torcidos que nos tientan. En un caso así, por lo menos, debió ser un alivio para múltiples comunidades benedictinas del norte de Italia...Estas y otras confesiones dan a este libro un aire como de striptease intelectual. Sí, ya sé que la imagen de Umberto Eco contorsionándose en torno a una barra en pelota picada no es algo exactamente atrayente, mas es que realmente el libro tiene poco que ver con Ecoel hombre, y todo con Ecoel autor. Deseo decir que tiene el los pies en el suelo de dejar atrás todas y cada una de las anécdotas personales que pudieron llevarle a la novela, o bien sucederle mientras que la escribía, y centrarse en lo que podríamos llamar, trucos del oficio. Y esto no deja de tener su interés (aun su morbo, si me perdonais la perversión).Por ejemplo. Resulta que una de las cosas que estuvieron claras desde al comienzo fue el vínculo entre la trama de crímenes y el Apocalipsis (¿recordáis? las 7 trompetas, etcétera). Bueno, puesto que precisamente por eso precisaba zambullir a uno de los frailes fallecidos en una tina de sangre (pues al toque de la segunda trompeta el mar se transformará en sangre). ¿De qué forma hacer creíble la presencia de una tina de sangre? Fácil: la temporada de la matanza. Ahora bien, los cerdos se matan cuando hace frío, y Eco no podía ir alén de noviembre, por el hecho de que en el mes de diciembre del año escogido, mil trescientos veintisiete, uno de sus personajes (Michele da Cesena) se encontraba ya fuera de Italia, en Aviñón. ¿Solución? Instalar la abadía en una montaña, a fin de que en el mes de noviembre haya ya nieve y frío suficientes para proceder a la matanza.Lo interesante de todo este género de pequeñas revelaciones es que Eco sabe unirlas con una sabia reflexión sobre la inventiva, considerablemente más artesanal y menos extática de lo que acostumbra a pretenderse. Son bien interesantes asimismo sus creencias sobre la relación entre obra y lector. Las grandes obras, afirma, son aquellas que pretenden crear sus lectores, y no las que se conforman por adelantado a los hipotéticos gustos del público. Eco acá medita con el los pies en el suelo que acostumbra a emplear, mas además de esto sobre la base de su experiencia. Esto transforma a una obra meridianamente menor y también incidental en una lección de teoría de la literatura.(Nota: Meridianamente este libro es un "libro sobre libros" (como aclara la etiqueta de abajo), pues Eco habla de de qué forma escribió una novela. Mas es que, si habéis pinchado en el vínculo de arriba, vais a ver que en su día Sonia publicó su recensión de El nombre de la rosa en la serie "libros sobre libros", pues, de hecho, toda la trama trata de un libro prohibido de Aristóteles. Con lo que en puridad este del que hablo es un "libro sobre libros sobre libros". Todo se dificulta todavía más si recordamos que en su novela Eco usa el recurso del manuscrito hallado: para llegar desde el narrador Adso de Melk al autor Eco, hay otras 2 figuras interpuestas filólogos que estudian el manuscrito. A esos 4 planos se agrega el quinto en Puntualizas, que es Eco meditando sobre su escritura. Yo añado con la recensión el sexto, y el séptimo con esta nota, que es realmente una puntualiza a la recensión sobre Puntualizas a El nombre de la rosa.)