Capitalismo cognitivo propiedad intelectual y creación colectiva La llegada de las Nuevas Tecnologías de la Comunicación y de la Información (NTIC), señalada por la inusual expansión de Internet y por la generalización del computador como prolongación y prótesis irrevocable de prácticamente cualquier actividad social, ha concitado el interés especialista en una dimensión estratégica que, sin duda, está ya en el centro de todas y cada una de las agendas políticas y económicas. «sociedad de la información», «sociedad del conocimiento» o new economy, net economy han sido ciertas fórmulas, aproximadamente conocidas, para expresar la transformación en curso, la revolución de los órdenes de relación, a un tiempo que de los paradigmas adscritos al conocimiento social y económico. no obstante, lo que con frecuencia escapa a estas propuestas, que tratan de aferrar la velocidad de esta enorme mutación, es esa dimensión problemática y radicalmente contradictoria que se ubica asimismo como inconveniente de gobierno y de dominio. En este sentido, el movimiento de crítica y con él la mejor expresión enunciativa de una política a la altura de los tiempos se ha efectuado mejor en la literatura —el cyberpunk, que aparte de crear la mayoría de los conceptos que el día de hoy son parte de nuestra lengua común, asimismo anuncia y alumbra el mediactivismo— y, curiosamente, en ciertos escenarios de los campos de la vanguardia tecnológica —la producción de software y el software libre—, que en lo que, de forma poco a poco más anacrónica, se conoce como izquierda o bien «alta política». Ciertamente, el software libre con su explícita elección de poner la capacidad cooperativa de los piratas informáticos al servicio de la comunidad, con esa insólita esplendidez que lanzaba al dominio público las herramientas técnicas y sociales creadas por las nuevas comunidades productivas, se mostraba como la primera expresión de autoorganización de las nuevas modalidades de trabajo, aparte de como la avanzadilla de una nueva apuesta política nucleada en torno a la cultura de la libre circulación de los saberes y los conocimientos. De esta forma, mientras que los nuevos patrones de la economía del conocimiento ensayaban formas originales de explotación y movilización de los recursos ampliados por la ización de la información, y mientras que los movimientos de oposición tomaban prácticamente en régimen de aislamiento el modelo del software libre, la autoproclamada izquierda, en sus vertientes —desde aquella propiamente institucional comprometida con la reorganización de un nuevo acuerdo social, que restaurase el marco equilibrado y soberanista de un nuevo welfare, a la llamada parte «antagonista» declarada oponente de esa restauración—, compartía una indeferenciada desorientación marcada por los 2 polos, del mismo modo poco fundados, de la tecnofobia y la ciberfascinación