Carta a mi padre fallecido José María Gironella Desde su fecunda madurez, Jose María Gironella prosigue leal a cuanto, durante más de treina años, le ha ubicado a la cabeza de los escritores en lengua castellana: originalidad, espíritu de adivinación, rechazo de la sabiduría usual, un lenguaje lleno de descubrimientos al servicio de una idea… Buena prueba de ello es esta «Carta a mi padre muerto», un libro inusual en nuestra literatura, tan pródiga en aldeanismos alicortos como en falsos clichés cosmopolitas. Mediante esta obra, Gironella rehace un pasado —su pasado— que es, asimismo nuestra historia personal y colectiva más reciente. España y los españoles estamos en todas de lasdel libro: la España de la preguerra, vista a través del prisma de la Girona natal, en la que se adivinaban en alto las espadas fratricidas; la España cainita, que el creador acepta por el hecho de que sabe que jamás es posible ganar una guerra contra nuestros compatriotas; la España en la que reventó la paz, mas que no supo, quizá, superar espléndidamente una dicotomía de siglos. Y todo ello —al margen de cualquier sensiblería en la que tan simple hubiera sido incurrir— a través de una oración dirigida a su padre fallecido en la que no se sabe qué admirar más: si las claves que Gironella nos ofrece para comprender su personalidad humana y su obra literaria, o bien su capacidad para dar la vida a un ser excepcional en su aparente cotidianidad, al que el creador se dirige, al término de su carta, con esta muy, muy bella esperanza:Cuando te resuelvas a mandarme la carta que te solicito, ponle un sello con el «retrato», con la «efigie» de ese Padre en razón del como el parentesco que a ti me une un día se alterará y y vamos a pasar a ser, precisamente, y per saecula saeculorum, hermanos