Castalión contra Calvino – Stefan Zweig “El mosquito contra el elefante”. Al comienzo genera un extraño efecto esta oración puesta por la propia mano de Sebastián Castalión en el ejemplar de Basilea de su escrito controvertido contra Calvino y prácticamente estaríamos a puntito de sospechar que hay en ella una de las frecuentes exageraciones humanísticas. Mas las palabras de Castalión no fueron pensadas de una manera hiperbólico ni irónico. Con tan tajante comparación, este valiente deseaba solo enseñar con toda claridad a su amigo Amerbach, hasta qué punto y de qué modo trágico era patente para él a qué enorme contrincante retaba, al acusar en público a Calvino de haber asesinado a un hombre, por pedantesco fanatismo, matando de este modo la libertad de conciencia en la Reforma. Desde que Castalión levanta, como una lanza, su pluma para esta peligrosa batalla, sabe con precisión la flaqueza de todo ataque puramente espiritual contra la prepotencia de una dictadura, armada de arneses y corazas, y, con esto, la carencia de perspectivas victoriosas de su empresa. Puesto que ¿de qué forma podría un hombre apartado, inerme, combatir y vencer a Calvino, tras el como se levantan millares y decenas y decenas de millares de hombres, y además de esto, sobre eso, toda la máquina militar del poder del convocado? Merced a una espléndida técnica organizadora, consiguió Calvino transformar una urbe, un Estado, con miles y miles de ciudadanos, hasta ese momento libres, en un recio mecanismo de obediencia; extraer toda autonomía individual, raptar toda libertad de pensamiento, a favor de su exclusiva doctrina. Todo cuanto tiene algún poder en la urbe y en el Estado se somete a su omnipotencia; la totalidad de las autoridades y potestades, la municipalidad y el consistorio, la Universidad y el tribunal, las finanzas y la ética, los clérigos, las escuelas, los alguaciles, las cárceles, la palabra escrita, la hablada y hasta la murmurada en secreto. Su doctrina se ha transformado en ley, y a quien se atreva a levantar la más suave objeción, en contra suya, pronto le enseñan la cárcel, el destierro o bien la fogata, este fácil argumento que concluye cualquier discusión en toda tiranía espiritual, y es el de que, en Ginebra, solo se permite una sola verdad y que Calvino es un profeta. Mas incluso considerablemente más afuera de las murallas de la urbe se extiende el siniestro poder de este hombre siniestro; las urbes confederadas de Suiza ven en él ánimas esencial coaligado político; el protestantismo universal escoge al violentissimus Christianus por su caudillo espiritual, príncipes y reyes esfuérzanse por conseguir el favor del paladín eclesiástico que, en frente de la católicoromana, ha edificado en Europa la más poderosa organización de la cristiandad. No hay evento temporal político que se realice ya sin que lo sepa, apenas ninguno contra su voluntad. Ya llegó a ser tan peligroso enemistarse con el reverendo de Saint Fierre, como con el emperador o bien con el papa. Lenguaje: De España