"La obra de Hildegarda de Bingen (diez novecientos ochenta y mil ciento setenta y nueve) es enorme y variada...: sus visiones del cosmos, el hombre en el centro de ese cosmos creado, la expresión musical y poética de sus setenta o bien más sinfonías, y la riqueza de su correspondencia, que es testimonio de la confianza que le dispensaron las autoridades religiosas y los poderosos seculares de aquel entonces. Habría que agregar a esto otras actividades afirmemos marginales, como la preparación de una curiosa lingua desconocida, un idioma y un abecé nuevos que procuró crear, quizás ayudada por las religiosas de su ambiente, y que la llevó a particulares y bastante extrañas elucubraciones. Al encargarse de cosas de este modo, Hildegarda prueba tener un espíritu inventivo fuera de lo normal, que en cierta manera puede parecer aun un tanto fútil, mas que forma asimismo un anhelo por la busca muy propio de su tiempo; esa temporada en la que, en Francia, Abelardo charlaba de sus estudios como de una inquisición permanente. El término inquisición significaba entonces busca, pregunta, investigación, y no se había manchado aún con la connotación que va a tomar a fines del siglo XIII. "En esta vida tan fecunda es preciso asimismo hacer un aparte para otras actividades que se salen meridianamente de lo que es el marco frecuente de los estudios y preocupaciones propios de una existencia dedicada a la oración. No se conocen más que 2 trabajos de medicina que hayan sido efectuados en Occidente en el siglo XII, y los 2 son obra de Hildegarda. Ella, con los conocimientos que se tenían en aquella temporada en Alemania, escribió 2 tratados realmente universales, uno de medicina y otro de ciencias naturales. En la obra de una mística soñadora, a la que nos resulta más simple imaginar perdida en la contemplación del más allí, los dos trabajos resultan, reconozcámoslo, de lo más inopinado... El propósito de Hildegarda... excede el de la simple descripción, puesto que establece relaciones entre los productos de la naturaleza y los humanos, y busca los conocimientos relativos al hombre, a su equilibrio y a su salud. Indudablemente es este aspecto medicinal del legado de Hildegarda el que más ha contribuido a hacerla conocer... "Al abordar los diferentes episodios de la Physica o bien de la Medicina compleja, el lector moderno debe estar al loro a ciertas sorpresas que en ellos le aguardarán. Primero va a deber habituarse a ciertos términos para nosotros desconcertantes, como por servirnos de un ejemplo los que dejan una suerte de somera clasificación de las plantas conforme un carácter, un carácter, presente en el vegetal lo mismo que en una persona. Asimismo está la calidad cálida o bien fría, seca o bien húmeda de cada elemento, primera clasificación que se remonta, en cuanto al resto, a los esquemas aristotélicos. A estos conceptos Hildegarda agrega una noción de su invención..., la viriditas, ese vigor, esa fuerza de vitalidad que lleva en sí la savia que circula por las plantas, a la que hace referencia, obviamente, cuando haba de los vegetales, mas asimismo a propósitos de otros seres vivientes... "En cambio, en otras cuestiones el lector moderno hallará muchas afinidades con las observaciones de Hildegarda. De hecho, el día de hoy comienza a propagarse una cierta valorización de la medicina natural, mediante la que ciertos procuran una visión de conjunto en frente de la multitud de especialidades a las que ha llevado una ciencia médica muy desarrollada y, efectivamente, eficiente. De ahí que sorprende el deSeo de equilibrio que empapa toda la obra de Hildegarda, que está atenta tanto a los estados de ánimo del hombre como a sus malestares anatómicos, sin separar prácticamente los unos de los otros... Nos hallamos con la preocupación de sanar no tanto la enfermedad como al enfermo, con la atención puesta en los comportamientos como efectos de un desajuste interior, con la idea de que la belleza y la armonía son completamente precisas para el buen y completo desarrollo del humano."