La obra de Konstantínos P. Kaváfis, desde unos comienzos alimentados por la lectura de parnasianos y simbolistas franceses, es madura, exigente, habitada por una refinada cultura grecolatina y una latente ironía. En sus poemas homoeróticos, asoma la flaqueza y la debilidad que avizora en los peores instantes, la atracción sexual intensamente física ligada muy frecuentemente al cristiano sentimiento de culpa y la impotencia ante el correr del tiempo. Obra corregida sin cesar hasta la perfección (ciertos poemas fueron elaborados por espacio de diez años), consta de ciento 54 poemas que consideró acabados y forman la edición preceptiva, más cierto conjunto de otras composiciones que a su juicio no habían encontrado aún su forma terminante. Interesado por la historia, Kaváfis compuso con cierta frecuencia poemas no sobre grandes instantes históricos, sino más bien sobre las decadencias tras exactamente los mismos, como el conocido Aguardando a los salvajes, El dios abandona a Antonio o bien Ítaca, ciertas de cuyas oraciones han pasado a ser proverbiales. Asimismo son muy leídos el día de hoy sus poemas homoeróticos, que cantan las excelencias sensuales del amor furtivo, como "Recuerda, cuerpo...". Los mejores poemas de Kaváfis concentran la experiencia humana de una manera intemporal y por este motivo ha influido de forma notable a autores de la poesía de la experiencia, como Jaime Gil de Biedma. Sus piezas históricas más inspiradas pintan con gran fuerza cuadros realistas y decadentes de un pasado poco conocido y efectivamente fascinante: el oriente helénico, desde la antiguedad hasta el presente; los reinos helenos postalejandrinos, la unión a Roma, Bizancio, el ascenso del Cristianismo y la convivencia de lo pagano y lo cristiano. Prueba que, como creían los helenos, la historia es cíclica, y también insufla los sentimientos de la añoranza y del temor a lo ignoto en sus evocaciones. Tiene el secreto de recrear la atmosfera rutinaria de los tiempos ya pasados. El estilo de Kaváfis rehúye de manera consciente la oratoria, mas muestra un distanciamiento grave y también inteligente, solemne y también irónico al unísono. Por sus poemas desfilan jóvenes chaperos ingenuos y deseables, personajes históricos contemplados en sus instantes de mayor humanidad, gentes anónimas de la calle y objetos vulgares y corrientes que de súbito adquieren un profundo valor simbólico, como por poner un ejemplo las candelas encendidas y apagadas que representan el curso de la vida