Cioran, uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, cuando murió, Gallimard, publicó poco después este excepcional volumen de conversaciones con Cioran entre ellas, una muy extensa con Fernando Savater, que sorprendió a más de uno, en tanto que Cioran se había mostrado siempre y en toda circunstancia reluctante, aun contrario, a las entrevistas. La cuestión es que lo que habría podido ser una colección reiterativa y algo desganada, como acostumbra a suceder con esta clase de publicaciones, resultó ser no solo un complemento ya imprescindible a su obra, sino más bien prácticamente un libro escrito por el propio Cioran. Sus seguidores y los especialistas se van a interesar particularmente por las precisiones que ese "hombre sin biografía", como mismo se autodefinía, aporta justamente sobre su vida: por servirnos de un ejemplo, su niñez "paradisiaca" en Rasinari, su pueblo natal en Transilvania, donde el padre era pope, y el genuino "desgarro" que supuso para él ir a estudiar a SibiuHermannstadt, o bien incluso los años de universidad en la agitada Bucarest de los años veinte y treinta. Cioran cuenta asimismo de qué manera, en mil novecientos cuarenta y siete, a los 36 años, mientras que traducía a Mallarmé al rumano, decidió seleccionar el francés como lengua de adopción y la "emancipación" y "liberación" que supuso para él esta resolución. El lector se entera del mismo modo de sus escasas, mas fieles amistades, de sus experiencias del aburrimiento y del insomnio, de sus impresiones, entre otras muchas, sobre la gastronomía y la política, de sus referencias literarias y de sus postulados filosóficos, particularmente de de qué forma y por qué razón escogió para expresarse el aforismo: frente al "sistema", en el que, afirma, "solo habla el supervisor, el "jefe" que está en nosotros, "el pensamiento fragmentario ", al contrario, "continúa libre". Sobre su supuesto "misticismo" confiesa que, si de hecho le maravilló la vida de los beatos, su escepticismo siempre y en todo momento le impidió ser otra cosa que "un espíritu religioso sin religión". Merced a su inteligencia inusual, y sobre todo al muy sutil sentido del humor, tan evidentes en este libro, ha logrado transformar un ejercicio bastante formal, y hasta trivial, como es el de la charla en una genuina lección de vida y sabiduría