El creador recoge en esta obra pedazos de la realidad viva, personajes y hechos de no muy añosa lejanía, plasmándolos en el papel con el arte del lenguaje.Son pequeños pedazos de historia, mas que realmente han formado el complejo entramado de la vida de los pueblos del Val de Lecrín.La obra pretende, ante todo, recoger las resonancias específicas de lugares y personas, que prácticamente quedaron ocultas en el sueño de la vida Hechos y personas que fueron de el día de ayer y viven el día de hoy. Los hombres, que desfilan por las narraciones de este libro, se nos antoja tenerlos junto a nosotros, y sostienen muchos de nuestros interrogantes.En el fondo de estasalienta un serio problema: la esencia de la historia; esos pequeños y diarios capítulos que hacen la historia de los pueblos. No debemos romper ese tapiz de los acontencimientos, hilado en los telares de la vida, pues es una parte de nuestra personalidad y de nuestra existencia. Todos debiésemos concurrir para trenzarla con atrayente.Esta ha sido la habilidad de D. Leonardo: hacernos rememorar, en el entramado de sus narraciones, a todos esos personajes cuyos nombres nos son familiares: La Gruta del Negro, El Regidor de Otívar, el Puerto de la Mala Mujer, la Gruta del Búho, el Saltillo, el Ojo Obscuro, la Casa Grande, etc.En sus cortas narraciones, que no se hallan libres ni en gacetas, ni en otras publicaciones, si bien sí en la memoria de ciertas personas mayores, recoge imágenes, mofas, noticias, sucesos y dichos sentenciosos de esa filosofía popular, dulcificada por aquella resignación de los humildes de entonces, que no lo aguardaban todo de este planeta y de ahí que sabían reírse de él sin odio, ni amargura.Para mí, lo más interesante de este libro está en haber sabido recoger la realidad de los personajes y el lenguaje popular con ese cúmulo de palabras, prácticamente ya perdidos, y que acabarán olvidándose. ¿Pues, quién habla, hoy día, de la tabla aristada para lavar, la yerba jabonera, o bien quién se halla, al amanecer, con la mujer que lleva, apoyada en su cadera, la canasta de ropa sucia camino de la Fuente de su pueblo..