Diríase que el duque de Borbón arengaba de esta forma a sus tropas, a las puertas de Roma: "Yo encuentro muy efectivamente, hermanos míos, que esta es aquella urbe que en los tiempos pasados predijo un sabio astrólogo diciéndome que de manera infalible en la presa de una urbe el mi feroz ascendiente me conminaba la muerte. Mas ningún cuidado tengo de fallecer, puesto que que, muriendo el cuerpo, quede de mí perpetua fama por todo el hemisferio." (convocado por Menéndez Pelayo en su Historia de los Heterodoxos). Y se cumplió el pronóstico, y se generó el definitivo saco de la ciudad de Roma de 1527: el ejército del emperador vejó la Ciudad, caput mundi del viejo imperio y del planeta cristiano. Muchas trayectorias cambiarán en consecuencia, en lo político, en lo religioso y en lo cultural... Puesto que bien, Alfonso de Valdés (catorce millones novecientos mil quinientos treinta y dos), humanista como su hermano Juan, el creador del Diálogo de la lengua, escribe a su admirado Erasmo: "El día que nos anunciaron que había sido tomada y saqueada Roma por nuestros soldados, cenaron en mi casa múltiples amigos, de los que unos aprobaban el hecho, otros le aborrecían, y, pidiéndome mi parecer, prometí que le daría in scriptis, por ser cosa harto bastante difícil para resuelta y decidida tan de repente. Para cumplir esta promesa escribí mi diálogo De capta et diruta Roma en que defiendo al césar de toda culpa, haciéndola recaer sobre el pontífice, o bien más bien en sus consejeros, y mezclando muchas cosas que tomé de tus lucubraciones, oh Erasmo. Miedoso de haber ido alén de lo justo, consulté con Luis Coronel, Sancho Carranza, Virués y otros amigos si debía publicar el libro o bien dejarle correr tan solo a cargo de los amigos. Ellos se inclinaban a la publicación, mas no deseé dejarla. Sacáronse muchas copias, y dentro de poco tiempo se extendió por España el Diálogo, con aplauso de muchos" (Ibid.) Rafael Altamira nos presenta a nuestro autor así: "Entre los erasmistas (españoles), distinguióse en los primeros años del reinado de Carlos I un escribiente de la cancillería llamado Alfonso de Valdés, que entonces ocupó el cargo de secretario del monarca. Gracias a esto, pudo favorecer y proteger considerablemente a Erasmo contra sus perseguidores en España y propagó los escritos del humanista alemán, aun costeando ediciones de su peculio. El ataque y saqueo de la ciudad de Roma le dieron motivo para redactar un diálogo en que, aparte de sincerar al rey de la una parte de culpa que podía corresponderle en aquel hecho, y de estimar este como justo y natural castigo de la corrupción de la curia romana, desliza proposiciones obviamente equivalentes a otras protestantes, por lo que le consideran el día de hoy muchos autores como uno de los primeros reformistas españoles, si bien su doctrina no es acentuada ni explícita." (Historia de España y de la civilización de España). La finalidad de la obra es doble, política y religiosa, y siempre y en todo momento en defensa de objetivos reformistas para progresar la sociedad, suprimiendo las lacras que la corrompen. Ahora bien, la solución que se plantea es la intervención definitiva del podre temporal, del emperador: "Vos desearíais, conforme eso, hacer un planeta nuevamente.Querría dejar en él lo bueno y eliminar de él todo lo malo.Tal sea mi vida. Mas no podréis salir con tan grande empresa.Vívame a mí el Emperador don Carlos y vais a ver vos si voy a salir con esto." Esta consideración resulta de un modernidad inquietante, signo y anuncio de los caminos que va a proseguir Occidente, y presentes todavía hoy en día..