"El insigne Diccionario críticoburlesco del que se titula Diccionario razonado manual, publicado en mil ochocientos once por el bibliotecario de las Cortes Bartolomé José Galán, es la sátira anticerical más dura y difundida de la temporada. En solo un par de años, mil ochocientos once y mil ochocientos doce, alcanzó 5 ediciones conforme Rodríguez Moñino. Su difusión y el acierto en el lenguaje lo han transformado en uno de los textos paradigmáticos del anticlericalismo del primer liberalismo, y por su celebridad enlaza con otro texto de idéntico estilo, los Lamentos políticos de un Pobrecito Gandúl de Sebastián de Miñano, que hizo las exquisiteces de los clerófobos del Trienio... La crítica de Galán alcanza a la religión, pese a sus declaraciones en sentido opuesto y de la ambiguedad de sus palabras muchas veces... Si atendemos al tenor general del diccionario, esta clase de oraciones (las que el creador termina de contar) habría que interpretarlas ante todo como crítica al clero, causante de la humillación del sentimiento religioso y del catolicismo, mas es incuestionable que cualquier lector podía interpretarlas asimismo como ataque directo a la religión. Por esta razón es indiscutible la relevancia del diccionario de Galán como eslabón en el proceso laicizador de la sociedad de España." "El episodio inaugural de esta modalidad de choque semántico vía diccionarios comenzó con la publicación, en mil ochocientos once, del Diccionario razonado manual. Conforme declaraba su anónimo autor realmente, el miembro del Congreso de los Diputados Justo Pastor Pérez, con el socorro de Freire Castrillón y del canónigo Ayala en una suerte de prólogo, se planteaba explicar al público el lenguaje nuevo y infrecuente de estos nuevos doctores, a los que se refería del mismo modo en tono irónico como nuestros nuevos maestros y nuevos pensadores. Una declaración que, implícitamente, venía a reconocer que, hasta ese instante, los liberales llevaban la iniciativa en el terreno propagandístico y, en cierta manera, ganaban la partida. "Poco después, Bartolomé J. Galán, en el insigne Diccionario críticoburlesco, que vino a darle la réplica (provocando, por su parte, una multitud de impugnaciones), se erigía en vencedor de un supuesto idioma de la libertad y de un diccionario de los hombres libres en frente de la lengua de los esbirros del despotismo espiritual. Como puede inferirse por el tono insultante utilizado por los dos contricantes, la colisión frontal entre publicistas de tendencias opuestas tendía a favorecer las situaciones más extremas, tanto en las filas reformistas como en las conservadoras. Fuere como fuese, esta clase de diccionarios satíricos se transformará a lo largo de la primera mitad del siglo XIX en un arma de gran eficiencia, que alcanzó una enorme popularidad merced a su estilo punzante y mordaz, primordial reclamo de un subgénero políticoliterario destinado a desligitimar y a zaherir, por vía de parodia, las ideas del contrincante político. "Repetimos, en cualquier caso, que semejantes luchas entre diccionarios alternativos no forman simples reyertas léxicas, ni tan siquiera se trata de una pura batalla de ideas, sino apuntan a la conformación del espacio social y político, y a la instauración o bien conservación, o bien abrogación de esa suerte de alegatos condensados y rutinizados que son las costumbres y también instituciones. Además de esto, estas polémicas y la violencia verbal de los enunciados en disputa favorecieron una fuerte emocionalización de la política. La lectura de esta literatura de combate deja comprender ciertos mecanismos elementales de la polarización identitaria de los bandos en enfrentamiento."