Diosas, prostitutas, esposas y esclavas Sarah B. PomeroyTradicionalmente, la historia de la mujer ha estado apartada como apéndice de cualquier instante histórico o bien aun ni eso. Hace unos años, no obstante, muchos son los historiadores y también historiadoras que han comenzado a tratar la cuestión de la mujer en la historia como un campo concreto y justo de estudio en la historia social.Sarah B. Pomeroy, catedrática retirada de historia en el Hunter College y el Graduate Center, de la City University de la ciudad de Nueva York publicó ya hace unos años esta obra que supuso, como afirma su contraportada con razón, un giro copernicano en el campo de la historia social de la Antigüedad tradicional y en el planteamiento de la Historia de la mujer como inconveniente historiográfico. Pomeroy comienza su relato con una cuestión: Concebí este libro en el momento en que me preguntaba qué hacían las mujeres mientras que los hombres actuaban en todas y cada una de las áreas en las que los eruditos tradicionales han puesto siempre y en toda circunstancia singular énfasis. Desde acá, este ensayo es un intento de salvar del olvido a las mujeres desde la Edad del Bronce hasta la temporada romana. Diosas, putas, esposas y esclavas repasa la concepción que de la mujer se tenían en aquellos tiempos tradicionales, su papel en la religión, su papel en la sociedad, dentro de la familia, en la vida privada, campo en el que de forma tradicional estuvo apartada. En su viaje al pasado femenino, Pomeroy nos explica qué educación recibían las mujeres, a qué dedicaban su vida y su papel primordial como madres. En este aspecto descubrimos desde la visión teorética del cuerpo de la mujer de los grandes pensadores como Aristóteles o bien Platón hasta las cuestiones más mundanas y rutinarias como sus partos, la nutrición de sus hijos y la crianza de exactamente los mismos. Relacionado con la maternidad, el tema del matrimonio como corporación desde tiempos ancestrales. Además de esto nos adentramos en otros papeles como las vestales, las concubinas, esclavas, sacerdotisas o bien tejedoras. Entre medio de todas y cada una esas mujeres anónimas mas trascendentales para la historia social de la cuna de nuestra civilización, Pomeroy resalta ciertos nombres propios que lograron hacerse un hueco en la vida pública de marcado carácter masculino. Entre ellas, Aspasia, respetada por el mismísimo Pericles, o bien Safo, cuyo nombre y versos han continuado durante los siglos.