2 visiones de España José Ortega y Gasset y Manuel Azaña En mil novecientos treinta y uno coincidieron en las Cortes Constituyentes 2 de las figuras intelectuales de mayor relevancia de la España de la primera mitad del siglo XX: Manuel Azaña, presidente del Gobierno de la República, y el pensador José Ortega y Gasset, que por aquel entonces ocupaba un escaño de miembro del Congreso de los Diputados por León. Los dos, desde su respectivas ideologías políticas, habían contribuido a la instauración de la Segunda República: Azaña, como miembro del comité revolucionario que sentó las bases del advenimiento del nuevo régimen; Ortega y Gasset, como creador, al lado de intelectuales de la talla de Gregorio Marañón y Pérez Ayala, de la Agrupación al Servicio de la República. A lo largo de sus 3 años escasos de convivencia parlamentaria, los dos contribuyeron a acometer renovaciones tan profundas como la legalización del matrimonio civil y el divorcio, la Ley de la Reforma Agraria y el intento de «rlicanizar» las instituciones militares. Mas ningún otro discute polarizó tanto sus sacrificios como la discusión sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que, alentado por el propio Azaña, se aprobó en el mes de septiembre de mil novecientos treinta y dos por una apabullante mayoría. El nuevo marco legal fue antecedido de una intensa discusión sobre la identidad de España como nación y sobre el futuro modelo de Estado que debía asegurar la convivencia. Las sesiones de las Cortes que se festejaron en aquel mes de mayo de mil novecientos treinta y dos reflejaron 2 concepciones, protegidas con intensidad y ardor por 2 figuras claves de la política y la filosofía españolas. Frente a un graderío en el que se respiraba el entorno de estar viviendo un instante histórico, José Ortega y Gasset y Manuel Azaña presentaron sus respectivas visiones de cuál había de ser en el futuro la identidad de España como nación. Trascurridos más de setenta años desde el momento en que sus alegatos resonaran en las Cortes, los razonamientos desarrollados por los dos oradores con tanta elocuencia, firmeza y congruencia no han perdido ni un ápice de su vigencia en nuestra sociedad; si bien difícilmente los hallaremos tan brillantemente expresados en el extenso fantasma de la política actual