El sacerdote de Tours es una novela corta, tal vez un tanto perdida en el océano de su producción, puesto que no es tan conocida como Las ilusiones perdidas o bien Eugenia Grandet. En La Comedia Humana se clasifica en el conjunto de narraciones dedicadas a "les célibataires" (los solteros), conjunto que se completa con Pierrette y La oveja negra. Esta vez las pasiones que mueven al protagonista no son el sexo, ni tan siquiera el dinero, sino más bien algo tan indefinible como la calma vital, una existencia provinciana cómoda sin sobresaltos. El abate Birotteau cree vivir en el mejor de los mundos posibles, por lo menos en la medida de sus modestas intenciones. Efectúa las labores de su apostolado como algo rutinario y ocupa una espaciosa y bien amueblada habitación en la casa de la señora Gamard, donde su existencia es muy cómoda, puesto que su anfitriona se encarga de que no le falte de nada. Su mayor ambición es conseguir una canonjía, dejando que transcurra el tiempo a fin de que dicho bien le caiga como fruto maduro. Cuando desea percatarse, el pobre Birotteau ha sido atrapado por la trampa de su inocencia, desposeído de una vida que creía inamovible. El tema de Birotteau se transforma en la comidilla de Tours, una forma de atestar el vacío de la vida provinciana, de alentar las rivalidades nacidas de años de convivencia. Aun se plantean emprender litigios que se antojan inacabables. El protagonista asiste perplejo a unas intrigas que mismo empezó de forma inconsciente, intrigas nacidas en una gran parte de la corporación del celibato, que conforme el estudio naturalista del autor a sus personajes, desata pasiones malignas: "El celibato tiene el defecto capital de que, poniendo todas y cada una de las cualidades del hombre al servicio de una sola pasión, el egoísmo, hace a los solterones inútiles o bien dañinos". (Este Birotteau es hermano del perfumista César Birotteau de Grandiosidad y decadencia de César Birotteau,)