El Manuscrito Carmesi Antonio GalaEn los papeles carmesíes que empleó la Cancillería de la Alhambra, Boabdil —el último sultán— da testimonio de su vida al unísono que la disfruta o bien la padece. La iluminación de sus recuerdos infantiles se obscurecerá pronto, al desplomársele sobre los hombros la responsabilidad de un reino desahuciado. Su capacitación de príncipe refinado y culto no le servirá para las labores de gobierno; su actitud lírica la aniquilará aciagamente una épica llamada a la derrota. Desde las riñas de sus progenitores al aprecio profundo de Moraima o bien Farax; desde la pasión por Jalib a la equívoca ternura por Amín y Amina; desde el abandono de los amigos de su infancia a la falta de confianza en sus aconsejes políticos; desde la adoración por su tío el Zagal o bien Gonzalo Fernández de Córdoba al aborrecimiento de los Reyes Católicos, una larga galería de personajes dibuja el escenario en que se mueve a tientas Boabdil el Zogoibi, el Desventuradillo. La patentiza de estar viviendo una crisis perdida por adelantado lo convierte en un campo de contradicción. Siempre y en toda circunstancia simplificadora, la Historia amontonó sobre él acusaciones que se muestran injustas durante su relato, franco y reflexivo. La culminación de la reconquista —con sus fanatismos, atrocidades, sus traiciones y sus injusticias— sacude como un viento destructor la crónica, cuyo lenguaje es íntimo y apeado: el de un padre que se explica ante sus hijos, o bien el de un hombre a la deriva que habla consigo hasta hallar —desprovisto, mas sereno— su último cobijo. La sabiduría, la esperanza, el amor y la religión solo a rachas le asisten en el camino de la soledad. Y es ese desvalimiento frente al destino lo que lo erige en símbolo válido para el hombre de el día de hoy. Esta novela consiguió el Premio Planeta mil novecientos noventa