Usando medios que no se precisan, 2 habitantes del siglo veinte han sido trasladados al recóndito futuro, y no han vuelto. Un tercer hombre, de quien no se nos da mayores datos, es comisionado para viajar al futuro y hallar a los perdidos expedicionarios. Y de este modo comienza la aventura. Por el hecho de que aventura hay, si bien solo sea un marco en el que se plasma la auténtica pretensión del autor, esta es, ofrecernos su visión de las restricciones humanas y los vanos intentos de trascendencia del hombre del siglo veinte. Aunque el fatalismo en la ciencia ficción es más simple de localizar que el optimismo, no estamos frente a una obra tópica, puesto que las bases para la reflexión ya antes citada se asientan en los conocimientos linguísticos de la temporada, que patentizaban lo poco de absoluto que puede ser el conocimiento del planeta que podemos lograr. Y no obstante, vanamente, procuramos trascender. El protagonista, en cambio, tiene la ocasión de ver de forma directa el producto de nuestros anhelos. Una humanidad dividida entre Anfibios y Moradores, acuáticos y sensibles los primeros, terrestres y fríos los segundos; si bien comparten la característica de probar un profundo menosprecio (morigerado por su sensibilidad en el caso de un/una representante de los Anfibios, quien desarrolla una especie de relación con el protagonista) cara el habitante del siglo veinte, esto es, cara ¿? Violentos y también inferiores, los progresistas ingleses victorianos no son más que "salvajes" para los habitantes del futuro, quienes no pierden ocasión de mostrárselo. Hay entonces un viaje en el tiempo, una busca bajo circunstancias desfavorables la incursión de los hombres del sigloXX ha dado sitio a una especie de guerra entre Anfibios y Moradores, entornos y seres exóticos el libro viviente y los principios en los que se fundamenta su funcionamiento son de antología, y sobre todo, mucha reflexión en comparación con sitio que ocupamos en la historia