La era espacial ha cumplido ya treinta años. Los hombres se han trasladado de una estrella a otra en pos de gloria y riqueza; la Vastedad Gaeana entiende un fragmento observable de la galaxia. Las sendas comerciales se enhebran y entrecruzan en el espacio como cilindros pilíferos de un tejido dotado de vida; se han colonizado miles y miles de mundos, cada uno de ellos de ellos diferente a todos los otros, cada uno de ellos de ellos opera su cambio concreto sobre los hombres que radican en él. Nunca la raza humana ha sido menos homogénea. Al movimiento centrífugo se le puede aplicar cualquier título menos los de regular y uniforme. Los hombres se trasladaron de un punto a otro en oleadas y fluctuaciones, a impulsos de guerras, de fanatismos religiosos, de fuerzas completamente esotéricas. El planeta de Koryfon es habitual solo en lo referente a la diversidad de sus habitantes. En el continente, los uldras ocupan la extensa franja que cubre el litoral sur y que se conoce por el nombre de Aluan, al tiempo que, en el norte, los mensajeros del viento conducen sus carretasveleros de 3 mástiles por la meseta del Palga. Los dos son pueblos nómadas y emprendedores; difieren en todos los otros aspectos. Al sur, del otro lado del mar Persimmon se halla Szintarre, el continente ecuatorial, con su cosmopolita población de outkeros , que se distinguen de los uldras y mensajeros del viento por múltiples géneros de magnitud sociológica. Existen asimismo dos razas prácticamente inteligentes a las que se considera nativas de Koryfon: los erjines y los morfotas. Los mensajeros del viento amaestran y después venden ejemplares de una pluralidad de erjines particularmente sólidos, robustos y obedientes, si bien lo que quizás hagan sea criar y adiestrar erjines corrientes, a los que dotan de semejantes peculiaridades. En ese aspecto, los mensajeros del viento son bastante reservados, en tanto que el comercio les da ruedas, piezas y utensilios para sus carros de candela. Determinados uldras de la franja de Aluan atrapan y montan erjines salvajes, cuya fiereza dominan a través de frenos de boca eléctricos. Tanto los erjines familiares como los salvajes tienen capacidad telepática, con la que se comunican unos con otros, como con determinado número de iniciados mensajeros del viento. Los morfotas, que no tienen ninguna relación con los erjines, son una raza malvada, rencorosa y también imprevisible, a la que solo se aprecia por su extraña belleza. En Olanje, ciudad de Szintarre, los outkeros han llegado aun a crear círculos de contempladores de morfotas, puesto que, dadas las macabras costumbres de estos seres, observarlos forma una diversión de lo más ex- citante. Hace doscientos años, un conjunto de filibusteros de planetas próximos se dejaron caer sobre Uaia, sorprendieron y atraparon a los caciques uldras de un cónclave y les forzaron a ceder por título ciertas zonas tribales: los insignes Tratados de Sumisión. Cada miembro de la compañía, conforme el tratado, adquiría una vasta extensión, de cincuenta mil a ciento cincuenta mil quilómetros cuadrados. Con el tiempo, esas zonas se transformaron en los grandes "dominios" de Aluan, donde los "barones terratenientes" y sus sucesores vivieron extensas y dilatadas existencias en mansiones construidas, en lo que se refiere a dimensiones y demás, de conformidad con las propiedades de quienes las ocupaban. La vida de las tribus signatarias de los Tratados de Sumisión no se vio muy afectada: si quizá, mejoró. Los nuevos diques, estanques y canales daban recursos hídricos garantizados; las guerras intertribales quedaron condenadas, y los ambulatorios aportaron cuando menos un mínimo de atención médica. Varios uldras asistían a las escuelas del dominio y se formaban para ejercer de oficinistas, dependientes y empleados de hogar; otros preferían trabajar de peones en los ranchos. Jack Vance es un autor de culto de ciencia ficción. Ahora tienes la ocasión de zambullirte en su obra, alabada por la crítica