Este libro trata de las ideas y de las actitudes que sostienen en la miseria a grandes muchedumbres sudamericanas y ciertos blasones españoles, de los intelectuales que desdeñan o bien maldicen los hábitos de consumo en los que acostumbran a vivir. Trata en resumen, de los que llamamos fabricantes de miseria, esos conjuntos que sostienen a millones de personas viviendo, en ocasiones peor que bestias. Ese es el enorme descalabro y la enorme verguenza de nuestro cosmos cultural y étnico. El Banco Mundial define como pobres en la zona sudamericana a quienes se esmeran por sobrevivir con menos de trescientos setenta dólares estadounidenses anuales. Hay una relación angosta entre pobreza, educación y baja productividad, teniendo presente que la productividad está de manera estrecha relacionada con la inventiva, la difusión y el empleo de niveles de conocimiento. En Latinoamérica no se observa una miseria uniforme que defina el perfil de nuestra civilización y ante ella no podemos decir que estamos frente a una sociedad refractaria al progreso. Ese atroz fatalismo es un despropósito, sí algo hemos aprendido en las últimas décadas del siglo veinte, es que los pueblos pueden desamparar la miseria a un ritmo tal que es posible nacer al lado de un charco repulsivo, mas lograr la madurez centro de un razonable confort de los niveles sociales medios. Hay esperanzas para los pobres de Latinoamérica, el desarrollo económico en la zona fue uno de los más altos del planeta, superior al de Asia y desde después de África, por el aumento de la demanda de productos básicos. En la llamada "década perdida" de los ochenta, la pobreza aumentó a consecuencia de la bastante difícil coyuntura económica vivida por la mayor parte de los países sudamericanos. Se sabe con bastante precisión como calmar y eliminar la pobreza. Es una fórmula al alcance de todas y cada una de las sociedades, y consistente en una suma parcialmente fácil de políticas públicas