Homo ethicus, homo relgiosus: De ética y religión en clave sicológica Este volumen compendia trabajos (1) sobre la religiosidad y la moralidad, desta­cando su complementariedad, (dos) sobre la actitud religiosa y las posibilidades, límites y precauciones de su estudio sicológico, (tres) sobre la experiencia religiosa como experiencia de encuentro con la trascendencia, (cuatro) sobre la teoría del desarrollo ética de Kohlberg, (cinco) sobre ciertos enfoques en educación ética, y (seis) sobre puntos clave para la educación ética. Este LIBRO ES UNA RECOPILACIÓN de trabajos publicado an­teriormente en gacetas de investigación —práctica frecuente en ciencias humanas—, que pivotan sobre múltiples tópicos: consti­tutiva moralidad y religiosidad del humano, posibilidades y límites en el estudio sicológico de la religiosidad, la experiencia mística como relación de encuentro personal con la trascendencia cuya com­prensión desborda los límites epistemológicos del cientifismo positi­vista, relación de complementariedad entre ética y religión, razonable posconvencionalidad de una ética de matriz religiosa, necesidad de instruir para la posconvencionalidad ética dejándose solicitar por la tradición, eludiendo incurrir en el subjetivismo y conjugando la ra­cionalidad con la práctica de la virtud. Estos tópicos se relacionan con los 2 temas esenciales sobre los que trata el libro: la religiosidad y la moralidad, como notas constitutivas del humano. El humano se ve impulsado a cuestionarse la exis­tencia de Alguien trascendente y, en la media en que la contestación a tal cuestión es afirmativa, a probar su presencia y entablar relación con ese Alguien —a pesar de su trascendencia—. Desde entonces, la contestación al cuestionamiento religioso puede ser negativa, mas en tal caso la persona va a deber dar razón de su increencia. Lo que semeja ob­vio, a juicio del autor, es que el humano es imperativamente reli­gioso; que lo quiera o bien no, toda persona se cuestiona sobre la trascen­dencia. Tal vez por el hecho de que en ello le va, cuando menos en buena medida si no en toda , el poder contestar a interrogantes existenciales de primera importancia, como el sentido de la propia vida, el drama del sufri­miento y la sofocación frente a la muerte. A la par que religioso, el humano es por fuerza ética, pues es libre y, por libre, autodeterminativo. Si bien las condiciones sean muy constriñentes y las posibilidades de resolución y acción sean limitadísimas, la persona puede decidir —en realidad, no puede no poder; o sea, se ve impulsada a decidir—. Por el hecho de que es libre, mas lo es guiado axiológica y racionalmente, sus elecciones y acciones han de ser res­ponsables. O sea, debe de ellas contestar ante alguien: la propia conciencia, el resto y, en el caso del fiel, ante Dios