

La explosión de un pequeño instrumento en frente de un almacén vacío, en pleno centro de Vigata, y la consecuente investigación puesta en marcha por el comisario Montalbano y su equipo, precipitan una serie de sucesos que se suceden de forma embrollada y vertiginosa: pistas contradictorias, cartas anónimas, delaciones enigmáticas
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La explosión de un pequeño instrumento en frente de un almacén vacío, en pleno centro de Vigata, y la consecuente investigación puesta en marcha por el comisario Montalbano y su equipo, precipitan una serie de sucesos que se suceden de forma embrollada y vertiginosa: pistas contradictorias, cartas anónimas, delaciones enigmáticas... Montalbano tiene la impresión de que alguien pretende guiar sus pasos, confundirlo y manejarlo tal y como si fuera una marioneta, distanciándolo de la verdad de los hechos. Y cuando además de esto entra en escena Liliana, su nueva vecina, una mujer de rompe y rasga cuyo marido se encuentra de forma frecuente ausente por razones de trabajo, Salvo se hallará inmerso en un mar de confusión que complicará su trabajo alén de lo aceptable. Realidad y también ilusión se confunden en esta última entrega del comisario Salvo Montalbano, en la que Andrea Camilleri recuerda la magistral escena de los espéculos de La dama de la ciudad de Shangahi, de Orson Welles, en la que solo una de las imágenes es la genuina. Para escapar de este laberinto de reflejos, Montalbano deberá recurrir a su veteranía y su muy, muy fina intuición, sin perder jamás el irreverente sentido del humor que lo caracteriza