El presente ensayo busca probar que el alto porcentaje de índice de percepción de la corrupción que ostenta España, nada debe ver con la elección de una persona o bien otra para un cargo público. Sino semejantes desviaciones se generan por fallas del propio sistema. Luego, si de progresar se trata, lo que se ha de hacer es incorporar aquellas medidas con las que otros países han conseguido disminuir las desviaciones en el funcionamiento de la Administración Pública. Conclusión a la que se pretende llegar examinando en un inicio las disparidades culturales y también históricas, entre los países del Sur y el Norte de Europa. Donde se vislumbra que el componente religioso entre los dos bloques, catolicismo y protestantismo, ya de entrada marca un diferente prisma en el momento de abordar el inconveniente. Proporcionando al humano una esencia de la que carece. Puesto que los primeros dividen a los individuos entre buenos y malos, en el momento en que una persona es dualidad, compuesta por una parte lumínico y otro obscuro. El doctor Jekyll y el señor Hyde, de la insigne novela de Robert Louis Stevenson (dieciocho millones quinientos mil ochocientos noventa y cuatro). Percepción del gobernante ideal que derivará en la tan recurrida figura del cirujano de hierro. Lo que va a llevar a España a padecer lamentables periodos dictatoriales. Y es que, como afirmara Popper, no debemos preguntarnos: ¿Quién debe regir?, puesto que la contestación va a ser inevitablemente los mejores. Lo que extrañamente ocurre. En consecuencia, la cuestión a solucionar será: ¿De qué manera debemos regir? Un análisis preciso motivado por la gravedad de los sucesos que muestran día a día los medios. Y que hace surgir el eterno espectro nacional de las 2 Españas. Cuando la meta habría de ser lograr la Tercera España, aquella que para Salvador de Madariaga (dieciocho millones ochocientos sesenta y mil novecientos setenta y ocho) era la de la libertad, la integración y el progreso