Los relatos de La responsabilidad es de los tlaxcaltecas, son historia al tiempo inquietantes, espantosas y preciosas en las que la existencia y la inocencia de sus personajes se llenan de fisuras por donde se cuela, cegadora, una luz que profana y desvanece la realidad, la verdad fantasiosa de la humanidad. Son seres que se sumergen en un sueño para no retornar jamás a la vigilia. Elena Garro prueba con esta obra que la lucidez poética es un antídoto contra los dogmas de la razón, que la insensatez no es otra cosa sino más bien exacerbada conciencia. Su prosa la sitúa como escritora única en la escena de la literatura mexicana del siglo veinte, como una presencia en ocasiones molesta que desde su mirada incrédula y trasgresora se aproxima a una reflexión sobre la vida, donde se percibe, pero que entendimiento, sensibilidad metafísica. Escritos tras la publicación de Los recuerdos del futuro, la autora sigue explorando escenarios mexicanos en su narrativa. Sus historias suceden en diferentes lugares, en mundos rurales y urbanos por igual. Temas como la injusticia social, la pobreza y la corrupción se mezclan con situaciones y paisajes llenos de magia. Mas a la escritora jamás le agradó esa clasificación. Para ella, esa "magia" era una parte de la cotidianidad de su pasado y su contacto con el planeta indígena. Ciertos aspectos de la niñez de la autora se ven reflejados en la manera sutil con que lo real se convierte en fabuloso, tal y como si el planeta se viese mediante los ojos de una pequeña. A través de juegos temporales y también intertextuales, y una prosa ligera, en ocasiones poética, Elena Garro presenta su visión de México en instantes históricos como la conquista o bien su temporada, su forma particular de charlar del amor y la miseria por igual, su intento incesante de desentrañar la condición humana