

El orden de las cosas no es un orden natural contra el que nada puede hacerse, sino es una construcción mental, una visión del planeta con la que el hombre satisface su sed de dominio
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El orden de las cosas no es un orden natural contra el que nada puede hacerse, sino es una construcción mental, una visión del planeta con la que el hombre satisface su sed de dominio. Una visión que las propias mujeres, sus víctimas, han asumido, admitiendo de manera inconsciente su inferioridad. Pierre Bourdieu, con su descripción etnográfica de la sociedad cabileña, genuina reserva del inconsciente mediterráneo, ofrece un instrumento exageradamente poderoso para disolver las patentizas y explorar las estructuras simbólicas de ese inconsciente antrocéntrico, que subsiste en los hombres y en las mujeres de el día de hoy. El resultado es una demanda, tanto más eficiente políticamente cuando que a nivel científico fundamentada, de las muchas paradojas que las relaciones entre los géneros nutren, como una convidación a replantear, al lado de la unidad familiar, la acción de aquellas instancias superiores,la Iglesia, la Escuela, el Estado responsables en último caso de la dominación masculina