La educación en la encrucijada – Mariano Fernández Enguita Es bastante difícil no identificarse con la escuela, entendiendo por tal la educación formal y reglada no universitaria. Con pasión, prácticamente seguro; con debilidad, al menos; aun con un punto de síndrome de Estocolmo. Es bastante difícil imaginar un escenario para la niñez, la adolescencia y la primera juventud, en la sociedad actual, que no la incluya. En cuanto al resto, todos recordamos a algún profesor o bien maestro que mejoró nuestra vida (y quizás lo opuesto, mas la memoria es selectiva) y, como progenitores, deseamos lo mejor para nuestros hijos y nos inclinamos a opinar que de esta manera es. Si bien se lamenten en caso contrario, todos y cada uno de los datos muestran que los enseñantes disfrutan de una elevada consideración social, sobre la que haría prever el mejor predictor del prestigio de las profesiones (su capacitación y selección anteriores). La educación es uno de los temas políticos más sensibles: sirva de indicador de qué manera su ministro acostumbra a ser el primer y el más quemado de prácticamente todo gobierno. Los primeros ?íderes pelean de forma frecuente por ser recordados como el presidente de la educación: González, Bush I, Blair, Hollande… ¿Por qué razón? Es comprensible: está ahí lo que más apreciamos, identificamos de manera espontánea la educación con el futuro, semeja la forma de mejorarlo todo sin dañar a absolutamente nadie. Mas la escolarización no es sencillamente el desarrollo de la niñez, sino más bien una forma y un envoltorio muy específicos que damos al mismo. En contraste a casi la totalidad de las especies animales, la humana no solo aprende, considerablemente más a lo largo de la niñez, sino además de esto forma, o sea, que los adultos dedicamos un buen tiempo a guiar de forma expresa ese aprendizaje. Y, en contraste a la mayoría de la historia que ha sido larguísima y de toda la prehistoria, las sociedades modernas escolarizan, que es una forma muy particular de enseñar, aparte de forma universal a todos, o bien prácticamente y a lo largo de un buen tiempo en ciertos aspectos, aun demasiado. Proseguiremos aprendiendo, formando y, indudablemente, escolarizando, mas es ineludible preguntarse hasta qué punto una corporación tan vieja y nueva al unísono, conforme adoptemos una perspectiva generacional o bien histórica, se puede ver perjudicada por los extensos y profundos cambios sociales que vivimos, para lo que resulta indispensable distinguir el contexto del que la escuela viene de aquel al que va, esto es, ubicarla históricamente