"A los 13 años afirma Rithy Panh, perdí a mi familia en poquitas semanas. Mi hermano mayor, que se fue solo a pie cara nuestra casa de Phnom Penh. Mi cuñado, médico, ejecutado en una cuneta. Mi padre. que decidió no continuar alimentándose. Mi madre, que en el centro de salud de Mong se echó en cama donde terminaba de fallecer una de sus hijas. Mis sobrinas y mis sobrinos. Todos barridos por la atrocidad y la insensatez de los jemeres colorados. Me quedé sin familia. Me quedé sin nombre. Me quedé sin semblante. Y fue como proseguí con vida, pues me había quedado sin nada". Treinta años tras el fin del régimen de Pol Pot, que ocasionó la muerte de 1.700.000 personas, el pequeño se ha transformado en un cineasta de prestigio. Decide entrevistar a uno de los grandes responsables de ese genocidio: Duch, que no es ni un hombre banal ni un diablo, sino más bien un organizador educado, un verdugo que habla, olvida, engaña, explica, trabaja en su historia de leyenda. La supresión es el relato de esta confrontación fuera de lo normal. Un enorme libro sobre nuestra historia, sobre la cuestión del mal, en la línea de Si esto es un hombre de Primo Levi o bien La noche de Elie Wiesel. Ha recibido el Premio Joseph Kessel, el Grand Prix de SGDL de l"Essai, el Premio Essai. "Hay que leer La supresión no como un deber sino más bien como la necesidad absoluta de ponerle palabras a lo innombrable. El director reserva sus fervores para su libro, en el que expresa su escepticismo sobre la "banalidad del mal", apunta culpabilidades claras, rechaza las hipótesis de una responsabilidad colectiva o bien de un ocasional particularismo camboyano" (H. Aubron, Le Magazine Littéraire). "En la línea de un Primo Levi o bien de un Solzhenitsyn, el director de cine francocamboyano Rithy Panh publica un testimonio inusual en el que se cuenta de qué forma subsistió al genocidio orquestado por los jemeres colorados entre mil novecientos setenta y cinco y mil novecientos setenta y nueve" (Jean Christophe Buisson, Le Figaro). "Un libro que hay que poner inmediatamente en la literatura de los campos de concentración y del genocidio a la vera de las obras de Varlam Shalámov y Primo Levi" (Emmanuel Hech, L"Exprés). "Con la ayuda del prosista Christophe Bataille, Ruthy Pahn vuelve sobre este "misterio humano" que representan los verdugos y ofrece el fresco increíble de un régimen que aniquiló a una tercera parte de los camboyanos" (veinticuatro heures). "Un enorme libro. Un testimonio capital". (F. Busnel, L"Exprés)