La Feria De Las Tinieblas Ray BradburyHablar de Ray Bradbury es charlar de magia. No hay varitas, ni pociones, ni hechizos. Bueno, sí, quizá deba esto y más, mas la magia de Bradbury radica en sus palabras, en la armonía segrega que va componiendo con cada parágrafo. Y, como es lógico, hay mucho de todo esto en La feria de las tinieblas.Ya sabéis de mi amor por Ray Bradbury. Puedo decir sin tapujos que es uno de mis autores preferidos. De ahí que, ahora que estoy en otro país y lejísimos de casa, uno de los libros que he escogido para acompañarme ha sido exactamente "La feria de las tinieblas". No me ha durado ni una semana acá, mas es que engancha tanto...Jim y Will son 2 amigos de prácticamente 13 años. Vecinos, compañeros de fatigas y aventuras, los 2 pequeños pasan el día (y en ocasiones asimismo la noche) divirtiéndose como solo 2 pequeños pueden hacerlo. No obstante, una noche de octubre una extraña feria llega a la urbe, y con ella, una serie de promesas de horrores impensables."La feria de las tinieblas" es una historia de terror y obscura fantasía, mas como es frecuente en Bradbury, es más que eso. Es un canto a la juventud, a la amistad, al amor que une a progenitores y también hijos. Es una advertencia contra el correr del tiempo, contra el temor a avejentar, contra nuestros miedos y deSeos más ocultos. Bradbury es capaz de tomar todos estos elementos tan dispares y crear una obra única que te estremece a medias entre el terror y la añoranza.Supongo que todos habéis oído charlar, si bien sea un poco, de Ray Bradbury, mas por si las moscas hay alguien que se aventure con su lectura por vez primera, acá van varios datos. Bradbury nació en Illinois en mil novecientos veinte, y desde pequeño sintió fascinación por la literatura. Por razones económicas no pudo acudir a la universidad, mas eso no le impidió formarse por sí solo merced a las bibliotecas públicas. Empezó publicando sus relatos en gacetas de género, y es posible que su novela más famosa sea Fahrenheit cuatrocientos cincuenta y uno. Murió hace poco más de un año, el 5 de junio de dos mil doce, y todavía prosigo pensando en él.Creo que todos sabéis de mi veneración por este autor. Su muerte me cogió además de esto en un instante personal muy frágil, mas es más que eso. Sus libros charlan de poesía, del amor, de la muerte, de la vida, generalmente. Solo es capaz de tejer tan fino una historia en torno a un carrusel, de unos espéculos, de unos monstruos de feria y que resulte emotiva, triste y poética, todo al unísono. Sus libros, sus historias que he leído durante mi vida me han conmovido, de alguna forma. No puedo dejar de recomendároslo, esta novela o bien otra, cualquiera de sus relatos o bien de sus ensayos. Leer a Bradbury es estar un tanto más vivo.Algunos años atrás, la señorita Foley había apreciado por vez primera que unas refulgentes sombras de sí habitaban la casa. Era mejor por ende no hacer caso de las blancas sábanas del hielo de diciembre en el vestíbulo, arriba de los muebles, en el baño. Mejor era patinar tenuemente sobre el hielo delgado. Si se detenía un momento, el peso de la atención podía romper la corteza, y se hundiría tal vez en profundidades tan frías, tan recónditas que eran el Pasado mismo, grabado en lápidas mortuorias. Un agua helada se le infiltraría en las venas. Petrificada en el umbral del espéculo, se quedaría siempre y en toda circunstancia allá, inútil de separar la mirada de las pruebas del tiempo