La Guerra Invisible. Acción Psicologica y Revolución Cultural Lucas Carena El día de hoy la información que impacta sobre nosotros tiene una serie de peculiaridades totalmente novedosas en la historia del hombre. Nunca hemos tenido tanto acceso a tanta información y datos de creciente dificultad y velocidad que nos llegan, no obstante, sin el debido procesamiento sino más bien en forma anárquica o bien, lo que es peor, “armada” de una forma arbitraria que atenta contra el bienestar del ciudadano individual y del Bien Común de la Comunidad en su totalidad. El día de hoy, cualquier habitante del planeta recibe en un mes una cantidad de información considerablemente mayor de la que recibían nuestros ancestros de hace pocas generaciones en una vida entera. Nuestros cerebros físicos y nuestras psiques han debido adecuarse de forma rápida a esta nueva realidad. Sus trágicos efectos y consecuencias tanto positivas como negativas las verificamos el día de hoy por todas partes. Puesto que si la información en sí puede ser positivísima y edificante, la manipulación oculta de esa información tanto en su cantidad, velocidad, peculiaridades, temáticas y veracidad si cae en las manos equivocadas puede conformar un arma muy potente aprovechable contra las poblaciones en todos y cada uno de los países. En resumen, quienes controlen los flujos, calidad y también interpretación de estos enormes y crecientes volúmenes de información, aunado a las muy poderosas tecnologías comunicacionales y también informáticas, disponen de un nuevo género de arma que nuestros ancestros nunca hubiesen imaginado: un arma potencialmente asoladora que sirve para librar una nueva clase de guerra a la que se le ha dado en llamar Guerra Sicológica. En el planeta anglosajón acostumbra a utilizase el acrónimo PsyWar Psychological Warfare cuya insólita potencia se encuentra en su “invisibilidad”, exactamente en que una de sus peculiaridades centrales es que para los ciudadanos no alertados, la Guerra Sicológica tiene el efecto de ser una genuina “Guerra Invisible” como bien observan los 2 jóvenes y lúcidos autores de la presente obra que lleva, exactamente, este atinado título. Una de las premisas clave de todo ejercicio o bien sistema de Guerra Sicológica requiere que las poblaciones a las que ataca no tomen racional conciencia de que se está librando una guerra en contra suya. De forma tal que admitan mansamente y como veraces las sugerencias, los datos sesgados, la información parcial o bien total falsa, y el “reformateo” o bien deconstrucción cultural, intelectual y anímica a las que se somete a las masas poblacionales. SunTzu, estratega militar y sabio chino que vivió hace dos mil quinientos años, afirmaba en su manual “El Arte de la Guerra” que una de las mayores hazañas que un buen jefe militar puede conseguir es persuadir a su oponente que no existe guerra alguna, puesto que quien no crea estar en guerra no se defiende, lo que entonces deja al potencial y sutil atacante cobrar su victoria sin prácticamente disparar un solo tiro. En este orden, si tuviésemos que describir cuál es la característica primordial de la enorme guerra mundial en la que desde hace más de 100 años está sumida toda la humanidad, afirmaríamos que por mucho que la “guerra” se acostumbra a asociar con lo militar y bélico la primera y segunda guerras mundiales, por poner un ejemplo la realidad nos señala no obstante que existen formas de guerra más sutiles y permanentes como son, por poner un ejemplo, la guerra económica, financiera, mediática y cultural. Mas la más sutil de todas y cada una esas peculiaridades es, exactamente, la Guerra Sicológica puesto que siendo “invisible” nunca acaba. No demanda rendiciones formales ni tratados de paz. Es más: todavía cuando algún país padece una ocasional derrota militar y se ve forzado por las circunstancias coyunturales a firmar un tratado de “paz” o bien rendición como los de Versalles, St. Germain y Sevres impuestos a las Potencias Centrales por los Aliados victoriosos tras la primera guerra mundial, la Guerra Sicológica no solo nunca concluye ni acaba, sino es en tiempos de “paz”, exactamente, cuando más se acentúa