José León Sánchez, trata sobre las condiciones inhumanas del penal de San Lucas en C. Rica. En primera persona un hombre relata de qué forma es acusado inmerecidamente de asesinato y es condenado a trabajo forzado, como es llevado al penal de san Lucas, su estancia en el temido sitio, las humillaciones a que es sometido y el apetito crónica pintada en todas y cada una de las caras de los presos. El penal de San Lucas se caracterizaba por ser una isla donde solo hombres eran presos, las prácticas homosexuales y con los animales eran cosa común en el claustro, ciertos hombres acababan por tomar papeles de mujer. En el penal en primer lugar ponían un grillete de múltiples kilogramos que acababa por ocupar de llagas el tobillo, causando gangrenas y también infecciones dolorosas. El alimento era escasa, el apetito se enseñoreaba, al tiempo que los malos tratos y las golpizas de los guardas. La muerte era la única forma de escapar de aquel sitio, las aguas plagadas de tiburones hacían imposible el escape; no de ahí que, no había intento errados de fuga. En una ocasión llegó un preso nuevo que detestaba el agua, los guardas cada día se divertían con su temor a las olas del mar, lo libraban de su grillete y lo empujaban al mar dejando que las olas prácticamente lo ahogaran para salvarlo posteriormente; en una de tantas el preso que detestaba el agua y no sabía nadar fue atrapado por la turbulencia de las olas y arrastrado mar adentro; los guardas preocupados lo veían manotear y a puntito de ahogarse; lo observaban con la certeza que se ahogaría, cuando el preso comenzó a bracear vigorosamente, nadando como un pez. Fue la última vez que se le vio, no pudieron apresarlo ni hallar indicios de su cuerpo. Era tanta el apetito que se comía lo que se podía, por tal razón las enfermedades mermaban la población carcelaria. En una ocasión llegó a la isla una comisión humanitaria que dio tanta papa a los presos que estos comieron a reventar; los efectos de la comilona no se hicieron aguardar, muchos murieron a raíz de tanta comida