La máquina de la eternidad Alex Apostolides, Frank Riley y Mark Clifton En mil novecientos cincuenta y cuatro, antes que la ciencia real crease el término mismo de «inteligencia artificial» (bautizada oficialmente a lo largo del verano de mil novecientos cincuenta y seis en el Dartmouth College estadounidense), la ciencia ficción imaginaba ya de qué manera podría ser «una máquina que pueda meditar mejor que el ser humano». En esta conocida y premiada novela (sorprendentemente nueva aún en España), se describe una temporada de caza de brujas y de control de la opinión semejante a lo que sucedió verdaderamente en USA en los años cincuenta con las ideas del miembro del Senado McCarthy. En la ficción, un gobierno omnipotente y represor ordena edificar una máquina pensante capaz de prever las catástrofes y evitarlas, suprimiendo el posible fallo humano. El resultado es Bossy, una inteligencia artificial avant la lettre que además de esto cura y mejora a los humanos, quienes, bajo su influjo, desarrollan nuevas posibilidades físicas y mentales. Entre estas mejoras se halla la inmortalidad que, merced a Bossy, está al alcance de todos los que prefieran la flexibilidad de criterios a la rigidez de los prejuicios. Aventuras tradicionales, personajes bien precisados y un buen ritmo narrativo componen una novela entretenida y agradable, que no desprecia criticar la intolerancia ni abordar ciertas reflexiones presuntamente profundas sobre la inmortalidad, la ciencia o bien la inteligencia artificial. La máquina de la eternidad es un leal exponente del tono y las preocupaciones propias de la ciencia ficción de los años cincuenta, con su singular atención a la telepatía y otros poderes extrasensoriales y parapsicológicos. Al lado de las primeras especulaciones sobre la futura inteligencia artificial, es simple rastrear asimismo en esta novela un posible intento de tecnificar la dianética, esa cienciacamelo para la perfección de la actividad mental humana. Como La máquina de la eternidad, la dianética fue creada en esos años cuarenta y cincuenta por un autor de ciencia ficción (Ron L. Hubbard), y se ha transformado el día de hoy en la Iglesia de la cienciología, que ha generado, como tantas otras religiones, importantes beneficios económicos a su «inventor» o bien a sus primordiales adláteres. «Un trabajo de auténtica importancia… uno de los 12 libros más influyentes de la ciencia ficción». —BARRY MALZBERG— «Ningún humano está en su derecho a supervisar a otro ser humano». —JOE CARTER—