La Tierra De Canaan Isaac Asimov Charlar de Isaac Asimov (diecinueve millones doscientos mil novecientos noventa y dos), de progenitores Judah Asimov y Anna Rachel, es referirnos a un prototipo relevante entre los descendientes del Pueblo del Libro. Autor de cerca de quinientas obras publicadas, estamos ante uno de los escritores más fecundos de la historia universal, si no el que más. Escribió desde sus orígenes novelas de cienciaficción, muchas de ellas señeras y también imborrables para quien las haya gozado, como los gozó el creador de esta recensión. En etapas siguientes de su vida abandonó la docencia universitaria y se dedicó con prodigalidad —escribiendo 8 horas cada día, los 7 días de la semana— a la divulgación científica y también histórica. Dueño de una prosa diligente, estricta y distanciada de pomposas erudiciones, trató sobre temas hasta ese momento frecuentemente distanciados del gran público, consiguiendo una difusión masiva de sus trabajos. En el libro que el día de hoy comentamos, y alén de la pública convicción atea que expresó nuestro autor en numerosas ocasiones, este reconoce en la práctica la imposibilidad de tratar la historia de Canaán sin recurrir a la fuente primordial de información, no exactamente exenta de peculiaridades religiosas: la Sagrada Escritura. De este modo es desde el instante en que exactamente el mismo Asimov, quien en las primerasdel libro describe a los relatos bíblicos como ‘cuentos’, no hace más que respaldarse en ellos y examinar en los matices de sus historias y de sus protagonistas durante prácticamente todos los episodios. Resulta evidente, en consecuencia, que no hay modo de historiar el viejo Israel sin asistir a los escritos bíblicos, siquiera en una severa aproximación crítica, como lo es en un caso así. En resumen, La Tierra de Canaán es una valiosa historia atea del Israel bíblico. Una historia adecuadamente contada, como enmarcada en las crónicas del resto pueblos y también imperios que habitaron o bien conquistaron la zona durante un extenso periodo histórico. Cuestiones todas y cada una estas que Asimov describe con su frecuente amenidad, introduciendo referencias arqueológicas y también históricas extra bíblicas y acompañándose de ilustrativos mapas de temporada. En el primer capítulo del libro el creador explica educativamente la evolución de hábitos de convivencia y procesos de producción que se sucedieron, en toda la zona del Creciente Fértil, a lo largo del periodo Neolítico: agricultura, urbanización, alfarería, manipulación de metales, comercio, construcción, transportes, religiones, alfabetos, etcétera Con respecto a Abraham, interpreta que su auténtica procedencia de origen fue Van a hacer y no Ur, considerando a esta última una inclusión siguiente de los judíos asilados en Babilonia, un milenio después, interesados en destacar el origen caldeo del patriarca. Resalta que es en el marco geográfico/cultural cananeo donde se crea la primera escritura fonética. Con una reducida lista de signos que expresan sonidos en vez de pictogramas se pudieron facilitar, desde entonces, los registros escritos y su lectura. Una definitiva creación semita tomada por los helenos, quienes agregaron las vocales, y replicada consecutivamente por el latín y el resto de idiomas europeos. Ahora bien si, tal y como asevera Asimov, los filisteos —antiguos ‘Pueblos del Mar’, de origen griego/cretense—, adoptaron en su instante la lengua hebrea, no resultará arriesgado suponer que los israelitas tuvieron una cierta repercusión en la conformación de la lengua escrita de los helenos. Ciertas aseveraciones de Asimov pueden llamar la atención desde la perspectiva de la tradición historiográfica. Por servirnos de un ejemplo, cuando mienta la condición de tribus hebreas de Moab, Edom y Amón, puesto que la tradición los consideraba asimismo descendientes de Abraham, ‘el hebreo’; mas no israelitas, pues no descendían de Jacob/Israel. Además de esto, Asimov acrecienta su vértigo interpretativo cuando menciona a los enfrentamientos usuales entre exactamente las mismas tribus de Israel o bien entre los reinos de Judea y también Israel, en este último caso, afirma, como judíos enfrentados a israelitas. Resalta la geografía de Canaán como ‘cocina’ de las religiones monoteístas de matriz judía: exactamente el mismo judaísmo, el cristianismo (tras sus principios como secta judía) y el islam. Asimismo dedica una singular atención a la historia de la colonia fenicia de Cartago, devenida en potencia mediterránea, dada la procedencia cananea de su cultura de origen. Asimov quizás sobrestima la incidencia de Canaán, a pesares que sea poco más que una descripción geográfica del pasado para el estudio de historiadores, sin que en su instante hubiese provocado identificaciones tribales, religiosas o bien nacionales entre sus protagonistas. En cualquier caso, en este libro se ofrece una documentada visión sobre los acontecimientos históricos sucedidos en una zona y en unos siglos que marcaron hondamente el destino de la humanidad