Este libro, publicado en el mes de octubre de mil novecientos sesenta y siete, levantó gran expectación al publicarse, y en mil novecientos sesenta y ocho ganó el premio Naoki. Con un talento fuera de lo normal, complejo y desasosegado, Nosaka oculta en su estilo una mirada que no rehúye los aspectos más sórdidos y crudos de la existencia. En El sepulcro de las luciérnagas, ambientada al final de la Segunda Guerra Mundial, Seita y Setsuko son hijos de un oficial de la marina nipona, del que llevan tiempo sin noticias. Un día, a lo largo de un bombardeo, no logran llegar a tiempo al búnker donde su madre los espera. Cuando después procuran a su madre, la hallan malherida en la escuela, que ha sido transformada en un centro de salud de emergencia. Tras la muerte de su madre y una breve estancia en la casa de su tía, los pequeños deambularán sin casa y sin rumbo. Muy, muy duro, maligno, Nosaka nos deja la huella de la fibra genuina y sin concesiones. En Las algas americanas, a Toshio, dueño de una modesta agencia de publicidad, su mujer, Ky?ko, le anuncia un buen día que pronto recibirán la visita de un matrimonio de retirados estadounidenses que había conocido en un viaje a Hawái. En Toshio la visita lúcida sentimientos contrarios. En el estricto celo que los nipones muestran en el desempeño de su papel de anfitriones, interfieren inevitablemente los recuerdos que el protagonista guarda de los años de guerra y aquellos bombardeos "made in USA" que reventaron de forma inmisericorde su primera adolescencia, obligándole, como a todos y cada uno de los nipones de su generación, a hacerse adulto ya antes de tiempo. Y, entonces, el tiempo de la ocupación estadounidense tras la rendición nipona, que Nosaka describe sin tapujos ni concesiones, como no podía ser de otra forma tratándose de él, si bien esta vez la desgracia y la crueldad de El sepulcro de las luciérnagas queda reemplazada por una descarnada sátira sobre el degradante proceso de "reeducación" a que se vio sometida la población nipona en tiempos de paz