Supongamos. Imaginemos que todos nuestros sacrificios consiguen recompensa. Que el hombre alcanza la suprema potencia sobre la realidad, que descubre las claves del Cosmos para ponerlo a su servicio, vence a la contrariedad y se libra de la amenaza del león y la tormenta, para siempre. Que la economía descorre el secreto de una fórmula infalible cara el progreso, que la civilización realiza un salto fuera de las ataduras de la carne, que el peligro de los choques sociales se desvanece en frente de una cura de quintaesencia. Imaginemos que el hombre alcanza un estado inalterable de infinita perpetuación, sano para sí mismo sobre cualquier contingencia. Imaginemos que nuestros sueños se efectúan. Pongamos que y vencemos al Contrincante, que podemos terminar con la genética y derrotar a la muerte, alén de los nichos naturales, fuera del espacio. Imaginemos que y podemos crear un nuevo planeta del hombre para el hombre, donde reinar supremos para siempre nunca. Imaginemos que te ofrezco el trono de alabastro y el anillo del monopolio de la violencia sobre lo real, para ti, hermano. Pongamos que las leyes físicas se colapsen, que podamos reemplazarlas a nuestro antojo. Decidir lo que va a ser y lo que jamás va a haber sido; lo que deba ser. Seleccionar a los escogidos, presagiar el cambio; verlo verificado como predecimos. Pongamos que aceptamos nuestro auténtico papel, que nos sepamos dioses; que edificamos nuestra saeta en la forja. Imaginemos que debemos pronosticar las dificultades; que entendemos la necesidad del cambio, de la revolución. Mas que no estamos prestos a ser sustituidos. Que descubrimos la forma de mudarlo todo. Sin mudar nada. Imaginemos que institucionalizamos la mudanza epidérmica y la elevamos a la categoría mitológica de lo inalterable. Pongamos que a esta sociedad la llamamos Planeta Libre, donde el desarrollo sea un deber, y la productividad un requisito de la existencia, donde la riqueza nos haga eternos, mas el principio más sagrado sea la libertad. Imaginemos que este es nuestro ansiado futuro de conquista, la realización de nuestros sueños. Imaginemos que el pasado no existe y el futuro es el día de hoy. Por el hecho de que lo que ha ocurrido está abocado a repetirse, pues el futuro es la memoria de lo posible, este lamento sin tiempo ha recorrido la distancia que los aparta. En riguroso directo, para toda la Humanidad, abre conmigo el libro de bronce y sígueme por este glorioso camino. Baja las luces y escucha este susurro, apártate de los tuyos ahora, haz el silencio. Recoge tu ánima en la esquina de los misterios. Es la hora del gran mediodía