Narra, en relatos cortos, las andaduras aventureras y detectivescas de un monje franciscano singular: el padre Metri. Este sacerdote italiano, argentinizado por fuerza en el Chaco santafecino, vivió en el tumultuoso periodo de colonización finisecular de esa zona. Fue un ser dadivoso, de ánima bien temperada, aguda inteligencia y originalísimo carácter. Con esta materia nuestro autor talló un hombre religioso en la mitad de un entorno revuelto, violento y trágico. Siempre y en todo momento, Leonardo Castellani sitúa a los protagonistas de sus relatos en lo que los cristianos llaman "el planeta", esto es, un medio de vida pagano, desacralizado, prácticamente siempre y en toda circunstancia degradado. Lo mismo que en Camperas (mil novecientos treinta y uno), lo mismo que en Martita Ofelia y otros cuentos de espectros (mil novecientos cuarenta y cuatro), lo mismo que en Historias del Norte bravo (mil novecientos treinta y seis), el interés narrativo de Castellani se nutre en este filón: la convicción de que trasgredir el orden ética es causa de la desdicha del hombre. No es cuestión únicamente de adherirse al orden positivo de la sociedad formal. Se puede ser un ruin, un ser miserable, un hombre degradado, si bien no se mate al prójimo ni se robe a una viuda. Está el pecado individual, profundo, que termina con el equilibrio de la salud del ánima. Tras este crimen invisible y personal, el hombre pasa a ser un trasgresor de la convivencia social. Este padre Metri, en sus muertes, tropieza con este planeta descrito, que no tiene par en la literatura argentina. Y trata de que la justicia de los hombres coincida con la justicia esencial; mas en caso que no pueda darse esta coincidencia, lucha a fin de que esta última prime en el campo trastornado por el crimen