Kenia, como otros países africanos, nació como producto de la alquimia de los conquistadores europeos. De ahí lo variado de su composición étnica, de su paisaje, que va de la nieve al intenso calor tropical, y de sus lenguas. Su independencia la alcanzó en mil novecientos sesenta y tres, tras luchas encarnizadas como la rebelión de los maumau de los años cincuenta. Su capital Nairobi, tiene tiempo temperado y está ubicada en la altiplanicie de Athi, en el sitio de un manantial donde bebía sus ganados la tribu masai. Es una de las urbes mayores de África. Curiosamente, múltiples escritores han escogido Kenia como el escenario de sus narraciones: Hemingway (Las verdes colinas de África) y también Isak Dinesen (Fuera de África). Las posibilidades del odio (mil novecientos setenta y ocho), de María Luisa Puga, aumenta la bibliografía sobre el viejo país de los maumau y se anota como una de las escasas novelas mexicanas en las que no figuran personajes ni paisajes locales. En este libro el lector puede observar de primera mano la fisonomía de un pueblo sometido, humillado y colonizado, en el instante en que descubre el camino cara su autonomía y la restauración de su identidad. Entenderá asimismo que las únicas posibilidades de avance son el compartido deseo de cambio, como la lucha, impulsada por uno de los motores más poderosos: el odio. En contraste a los escritores que tomaron a Kenia como tema, Puga no pone distancia entre ella y sus personajes. La lucha no le resulta extraña en su calidad de ciudadana de un país donde los inconvenientes han sido y son muy semejantes. El descubrimiento de este vínculo entre naciones recónditas, en el que participan autora y lector, presta una dimensión singular a una novela de suyo actual y también interesante