Esta novena entrega de las Memorias de un hombre de acción forma un todo con La veleta de Gastizar. Fue terminada en la capital de España, en el mes de febrero de mil novecientos dieciocho, al paso que La veleta de Gastizar se data en La Caleta en el mes de noviembre de mil novecientos diecisiete. De lejos quizás escribe Baroja con más añoranza sobre su país. La acción se ocupa de la tentativa de entrar por Vera de Bidasoa en España, para fomentar un movimiento liberal. El personaje más esencial de los que participaron en la expedición (que debía haberse hecho de concierto con otras) era Don Francisco Espoz y Mina, el renombrado guerrillero navarro de la guera de la Independencia, emigrado tras el triunfo del absolutismo en mil ochocientos veintitres. Mina tenía por cooperadores a múltiples hombres de su edad y de sus ideas, mas tenía que actuar asimismo con relación a personalidades que estaban en España. Por razones distintas esto no era simple. La tentativa de Mina resultó un descalabro definitivo. Se cuenta en el libro tercero de la novela en forma de diario de un joven romántico, metido en ella. En esta parte Baroja, que conocía de memoria la tierra, usó aun el testimonio de viejos de caseríos que vivían en mil novecientos doce o trece y que de pequeños fueron testigos del paso de los guerrilleros, entre aquéllos que estaba Fermín Leguía, natural de Vera. Otros hombres de la tierra recordaban las canciones que se habían compuesto tras el fracaso. Tras aparecida la novela se publicaron nuevos documentos sobre la expedición en la que Baroja había puesto, claro es, capítulos de su inventiva; mas el valor de Los caudillos de mil ochocientos treinta es grande como evocación romántica y la trama de La veleta de Gastizar acaba acá de modo asimismo romántico y melancólico. La visión de la sociedad vascofrancesa a causa de la caída de Carlos X y el advenimiento de Luis Felipe, está dada con singular amor y habilidad en los 2 relatos