Los estados carenciales cuenta ciertos hechos de la vida del pintor Ulises Acaty, que termina de separarse de Penélope Alberola y merodea por la villa de Madrid con el pequeños de los dos, Telémaco. La simple mención de los personajes va a hacer meditar en una intencionada parodia de la Aventura homérica, y más si se agrega que, entre las clases de la novela, hay 3 esperpénticas ancianas llamadas Aglae, Eufrosina y Talia, que no esconden su correspondencia con las denominaciones de las 3 Gracias. El juego intertextual es incesante en la novela, desde los títulos que encabezan ciertos episodios ("quince años no tiene mi amor"), hasta fórmulas engastadas en diálogos: "Daría mi reino por una cerveza bien fría". Mas Los estados carenciales no es de ninguna forma una Aventura moderna, ni tan siquiera en clave paródica y tampoco nada que pueda rememorar a Joyce, sino se sirve del humor para resaltar una distancia notable en frente de una tradición y asentar al tiempo una mirada sobre el planeta que pretende ser radicalmente diferente. De esta forma, las 3 Gracias de la novela son 3 ancianas desenvueltas y murmuradoras que disertan sobre un tema tan trascendental como los pubis prominentes; Ulises no tiene, como su lejano predececesor homérico, una meta claro, y más bien se ha transformado en un errante paseante que frecuenta la pintoresca Academia gratis de Vili, donde asisten varios desocupados para charlar de la dicha y aprender del profesor, especie de moderno y pálido Sócrates. Estos personajes, muchos de ellos puras siluetas descarnadas y puros aguantes para segregar oraciones y también historietas ocurrentes, no hunden sus raíces en la enorme tradición tradicional, sino recuerdan más bien los procedimientos narrativos de determinada novela de humor de los años treinta Ramón, Neville, Ros, Jardiel y de ciertas derivaciones siguientes, como Las pagodas, de Félix Martí Ibáñez