Este tercer y último volumen dedicado a los pensadores presocráticos incluye a Diógenes de Apolonia, Filolao y los atomistas Leucipo y Demócrito. Diógenes (fl. h. cuatrocientos cincuenta antes de Cristo) siguió la línea jónica de busca del principio de la realidad, que creyó encontrar en el aire, a similitud de Anaxímenes, mas confiriéndole principios de inteligencia, en analogía con Anaxágoras, lo que lo transforma en un pensador considerablemente más moderno. Su interés por la "física" tiene una dimensión más biológica y humana (quizás médica aun) más que cosmológica. Halló su intuición esencial en el campo de la vida: elevó el aire (caluroso) de la respiración de los animales a principio inteligente de animación universal. Filolao (h. 470h. trescientos ochenta y cinco a. de C.), por su lado, pertenece a la tradición pitagórica. Este personaje poco conocido, que aparece citado de paso en el Fedón platónico y cuya existencia eficaz se llegó a dudar, cultivó las matemáticas desde una vertiente mística, asignando un sentido religioso a números, figuras, relaciones entre números, entre figuras, entre sonidos de la escala musical, en pos de una fundamentación totalizadora del cosmos. Leucipo y Demócrito crearon la rica tradición del atomismo. No es posible definir en esta teoría qué pertenece a Leucipo y qué a Demócrito, con lo que se les acostumbra a refererir juntos Si Leucipo está envuelto en una bruma de misterio, Demócrito de Abdera (cuatrocientos sesenta a. C.h. trescientos cincuenta y siete a. de C.) elaboró y arguyó la doctrina. Escribió en abudancia sobre una enorme diversidad de temas (ciencias naturales, matemáticas, mecánica, gramática, música, filosofía), si bien es poco lo que de él se ha preservado, y esto en citas breves;¡. Para el atomismo, la realidad está constituida por un número infinito de partículas corporales inescrutables y también indivisibles, lo átomos, que se desplazan y combinan eternamente conforme una ley mecánica universal en el vacío infinito, cuya realidad se postula para explicar la pluralidad y el movimiento. Desde estos principios (entendidos como una enorme yuxtaposición de causas y efectos que excluye toda teleología), Leucipo y Demócrito realizaron uno de los sistemas filosóficos más abarcadores de la Antiguedad. Este sistema tuvo en siglos siguientes 2 adeptos de primera importancia que contribuyeron en buena medida a su conservación y divulgación: Epicuro y Lucrecio