Manifiesto para Cyborg Donna Haraway¿Cuánto cambiaron los estudios de género de la década del ochenta a esta parte? Da la sensación de que mucho, a juzgar por toda la literatura crítica que se fue publicando en los últimos tiempos y que favoreció la aparición de investigaciones poco a poco más concretas, de forma conjunta con la multiplicación de equipos, institutos y maestrías dedicados a ahondar esta disciplina. De ahí que en parte llama la atención la reedición en pleno siglo veintiuno de Manifiesto para cyborgs. Ciencia, tecnología y feminismo socialista a fines del siglo veinte (Puente Aéreo), una parte de una obra mayor de Donna Haraway publicada por vez primera en mil novecientos ochenta y cinco y revisada en mil novecientos noventa y uno para el libro Simians, Cyborgs and Women, al unísono soñadora y anacrónica.Haraway nació en Denver, EE.UU., en mil novecientos cuarenta y cuatro y es maestra del departamento de Historia de las Conciencias en la Universidad de California en Santa Cruz. En el campo de los estudios de género publicó muchos artículos, pocos traducidos al de España, y en ellos prima el cruce entre los enfoques feministas y las ciencias biológicas. Se definió como “posgenerista, neomarxista poco estricta y posmodernista”, todas y cada una calificaciones tan controvertibles como provocadoras, que procurará ir ahondando conforme avanza el libro, en el que una parte de la revisión de los conceptos de “ciencia”, “tecnología” y “feminismo”, para revisar ciertos términos claves de Foucault (biopolítica, sexualidad), Jameson (posmodernidad), como ciertas fracturas en la teoría feminista: “La conciencia de género, raza o bien clase es un logro forzado en nosotras por la horrible experiencia histórica de las realidades sociales contradictorias del patriarcado, del colonialismo y del capitalismo. Y, ¿quién cuenta como ‘nosotras’ en mi oratoria? ¿Qué identidades están libres para poner las bases de ese poderoso mito político llamado ‘nosotras’? ¿Qué podría motivar nuestra afiliación a tal colectividad?”, se pregunta sin un ápice de ingenuidad. Con episodios tan sugerentes como “El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado”, “La informática de la dominación” o bien “La economía del trabajo familiar fuera del hogar”, para el instante en el que estos textos fueron escritos, Haraway estaba asimismo adelantándose al espíritu de los tiempos: no tenía por qué razón saber hasta dónde iban a llegar las nuevas tecnologías a invadir prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas públicas y privadas, mas lo intuye. Ella escribe ya antes de la hegemonía de las computadoras, cuando poníamos en duda que pudiésemos pasar tanto tiempo “conectadas”, cuando el capitalismo postindustrial avanzaba a pasos desmedidos inmediatamente después de la Guerra Fría. De ahí que son tan interesantes sus consideraciones sobre la organización del trabajo casero (“el éxito del ataque a los trabajos privilegiados y sindicalizados está vinculado de forma angosta con las nuevas tecnologías para integrar y supervisar el trabajo, a pesar de la dispersión y la descentralización”) y esencialmente sobre los cyborgs, esos seres híbridos a medio camino entre los organismos y las máquinas, criaturas sociales equívocas que le dejaban definir un cosmos crítico en el que la política de los cuerpos estaba por fuera de las marcas genéricas y de sus consecuentes parcialidades: “El cyborg es una criatura en un planeta posgenérico (...). Es opositivo, utópico, y de ninguna forma inocente. Al no estar estructurado por lo público y lo privado, el cyborg define una polis tecnológica basada parcialmente en una revolución de las relaciones sociales en el hogar”, afirma en este Manifiesto. Una investigación lúcido, mordaz y muy documentado que rompe prejuicios y es al unísono un original alegato del feminismo componente