¿Una biografía de Lutero? No. Un juicio sobre Lutero, solamente. Dibujar la curva de un destino que fue fácil mas trágico; situar con precisión los pocos puntos realmente esenciales por los que pasó; enseñar de qué forma, bajo la presión de qué circunstancias, su impulso primero debió amortiguarse y su trazo primitivo desviarse; proponer de esta manera, a propósito de un hombre de una singular vitalidad, el inconveniente de las relaciones del individuo con la colectividad, de la iniciativa personal con la necesidad social, que es, quizás, el inconveniente capital de la historia: tal ha sido nuestro intento. Procurar efectuarlo en tan pocasera permitir por adelantado en enormes sacrificios. Sería un tanto injusto reprochárnoslos demasiado. Y no va a deber sorprender que, frente al límite de espacio, hayamos sacrificado de manera deliberada al estudio del Lutero maduro que de mil quinientos diecisiete a mil quinientos veinticinco desempeña en el escenario del planeta, con tanta potencia, su papel heroico de profeta inspirado, el Lutero hipotético de los años de juventud, o bien ese Lutero fatigado, estresado, decepcionado, que se marcha mustiando de mil quinientos veinticinco a mil quinientos cuarenta y seis. ¿Debemos agregar que al redactar este libro no hemos tenido más que una idea: entender y, en tanto que nos era posible, hacer entender? Más vale decir cuánta satisfacción tendríamos, simplemente, si en este trabajo de vulgarización, de reflexión asimismo, los exegetas calificados del pensamiento luterano reconociesen al menos una incesante preocupación: la de no depauperar exageradamente, por simplificaciones demasiado violentas, la riqueza matizada de una obra que no fue nada melódica, sino, conforme con la moda de su temporada, fue polifónica