Peter Bobinski, además de leguleyo y estar casado con la hija de un juez del Supremo de Norteamérica, es lo que se afirma un WASP en toda regla; esto es blanco, anglosajón y, naturalmente, protestante, quien da sensación de manar ese tufillo de integridad moral y ética a prueba de tentaciones mundanas, alguien a quien admirar y hasta proseguir en sus resoluciones preñadas de los pies en el suelo y orientadas a conservar el bien de cuantos le rodean. Aunque, todo es pura apariencia puesto que oculta un secreto inconfesable y cuya sombra se cierne sobre él a lomos de la escandalosa confidencia arrancada por métodos poco ortodoxos por un duro y tenaz contrincante fajado para separarle de la carrera judicial contada entre incipientes gimoteos por un viejo colega cuando los dos eran letrados en un bufete; acuciado este por la amenaza de hacerse públicas sus veleidades con el propio sexo. Por su lado, en el extremo opuesto y no solo geográfico de la urbe, Will Moore es un negrata orgulloso de serlo, crecido en fríos orfanatos, delincuente precoz, sanguinario y ahora ex- convicto violento, atroz, adepto a la coca y lleno de rencor con toda la sociedad y más pues en el divorcio con su esposa, en connivencia esta con su suegra y su cuñado, le tiene ahogado al embargarle hasta el último de sus precarios recursos tras quedarse con la casa y, en mayor medida, por refregarle aquella sus disfrutes nocturnos con un nuevo amante. Peter y Will, 2 polos opuestos, no obstante coinciden en que deben hacer algo pronto para terminar con sus respectivas pesadillas. Para esto, exactamente el mismo destino barajará las cartas siempre que, de una forma inesperada, sus caminos dispares se crucen para, de mutuo acuerdo, llevar a efecto unos crímenes perfectos; si bien, como afirmó Alfred Hitchcock: "Indudablemente, un crimen perfecto es precisamente lo mismo que un matrimonio perfecto: todo depende de que no te capturen"