Para muchos españoles, fruto de su enfrentamiento con Unamuno en la Salamanca de mil novecientos treinta y seis, Millán Astray encarna el totalitarismo militarista de los campeones de la Guerra Civil. Paro otros, es un héroe, el creador de la Legión De España, y el autor de su grito de guerra "¡Viva la Muerte!". Mas el general Millán Astray, como acostumbra a acontecer, era algo más que la imagen que suponen estos 2 tópicos. Fue esencialmente un soldado profesional al que su larga vida le llevó a participar en los acontencimientos más esenciales de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX; recién salido de la academia de Toledo, con diecisiete años, combatió en Filipinas para someter la insurrección indígena del Katipunan, en los estertores del imperio de España, a lo largo del desastre del 98; participó durante 2 décadas en el sanguinolento enfrentamiento marroquí, al cargo de las tropas moras policía indígena y regulares, y después de sus legionarios; estuvo múltiples veces en misiones militares y políticas en el extranjero donde conoció a personalidades de su tiempo como Joffre, Pétain, Lyautey y Mussolini; se encaró a las Juntas de Defensa y a la II República azañista, por la que fue depurado; visitó múltiples veces América donde fue recibido por los presidentes de múltiples naciones, y trabajó como comentarista radiofónico; a lo largo de la Guerra Civil fue uno de los instigadores de la subida de Franco a la Jefatura del Estado y autor del mito Franco Caudillo; creó Radio Nacional de España, la radio oficial de los nacionales, en cooperación con cronistas y escritores como Ruiz Albéniz, Aznar, Rato, Dionisio Ridruejo y Giménez Caballero. Millán Astray se transformó en el máximo defensor de los valores tradicionales del guerrero, de la mística de la muerte y del sacrificio, inspirado en el Bushido código de honor de los samuráis, y que vertió en el Credo Legionario, ideario que convirtió a los legionarios en "novios de la muerte". Fue un actor secundario de la historia de España del siglo veinte, sin el que difícilmente se puede entender mucho de lo acontecido. Tuerto, manco, herido y mutilado en el ánima y en el cuerpo, histriónico, venerado por unos, temido y menospreciado por otros... jamás dejó a absolutamente nadie indiferente. Era un superviviente de sí. Cuando murió deseó que en su lápida solo escribiesen "Millán Astray, legionario"