Un conduzco de la Segunda Guerra Mundial ve salir el sol mientras que vuela sobre el Canal de la Mancha; desciende entonces 3 mil metros y, para su sorpresa, contempla entonces una nueva salida del sol. Esta imagen, brillantemente descrita, forma el punto de inicio de la primera novela publicada por Julián Barnes tras la sorpresa y el éxito mundiales de El papagayo de Flaubert. Esta vez, Barnes adopta un tono más narrativo y toma el punto de vista de una mujer para, por medio de la historia de su vida, provocar en el lector una reflexión moral sobre el heroísmo, el suicidio, la muerte. En la vida de la protagonista no abundan los sucesos notables. Es más, Jean Serjeant es un flaubertiano coeur simple, mas su simpleza, por su testaruda curiosidad y su extraña inocencia, la transforman en un ser excepcional. De tal modo que la trama de su vida no la formarán su desolado matrimonio, su resolución de desamparar al torpe esposo, su vida solitaria y prolongada hasta el dos mil veintiuno, sino más bien una serie de preguntas que la cercarán de modo obsesivo. Ciertas van a ser triviales (¿de qué forma fumar un pitillo sin que se caiga la ceniza?), y otras excelentes (¿es absoluta la muerte? ¿es absurda la religión? ¿es permisible el suicidio?), y no siempre y en todo momento hallará contestaciones satisfactorias, de tal modo que terminará preguntándose por la legitimidad de esas preguntas. "Julián Barnes es uno de nuestros escritores más inteligentes". (Ian Hamilton, London Review of Books). "Mirando al sol logra ser, al unísono, entretenida y desolada..., de manera compulsiva inteligible". (Kate Kellaway, The Literary Review). "Julián Barnes, malabarista y taumaturgo. En Mirando al sol, una serie de interrogantes trascendentes sobre el valor, la certeza, la vetustez, la muerte o bien la fe se revelan como inusual y entretenida materia narrativa". (J. A. Masoliver Rodenas, La Vanguardia). "Una fantástica epifanía literaria". (Carlos Fuentes)