En Noviembre apreciamos ya esa condición trasgresora y algo irónica que caracteriza la escritura de Flaubert, como su enfoque, tan respondido por la ética de su temporada, su fuerza literaria y sus obsesivas preocupaciones estéticas; en resumen, todo cuanto va a hacer de él uno de los más grandes escritores europeos, puente entre Balzac y Proust, entre lo moderno y lo moderno. Flaubert escribió en Noviembre en mil ochocientos cuarenta y dos, cuando tenía apenas veinte años. Considerada la novela que cierra la producción de juventud de Flaubert (marcada por esta obra y por Memorias de un ido), estamos frente a una genuina bildungsroman sentimental, una sorprendente novela de iniciación cariñosa, que explora los sutiles mecanismos de la atracción erótica y los remordimientos provocados por las relaciones infieles y el lado pasional de las relaciones humanas. En esta novela, de lectura adictiva, y un exquisito recorrido sobre la ensaltación pasional, un chaval, en el que podemos ver reflejado el propio Flaubert, medita en el curso de un paSeo campestre sobre las mujeres (incluyendo a Marie, la puta que lo empezó en los secretos de la carne, y que es, por igual, "la mujer angélica y también intocable, y la hembra fatal armada de un erotismo destructor" en palabra de Lluís Ma Todó). Noviembre es, seguramente, la auténtica crónica de una obsesión cariñosa, con un joven Flaubert de protagonista. Esta novela, que Flaubert no publicó en vida (era un escritor "enfermo de precisión", y una buena parte de su producción hasta Madame Bovary era considerada por él como "ejercicios de estilo"), mas que siempre y en todo momento consideró con un cariño singular, es una hábil disección del planeta cariñoso, en la que se examina la pasión y el sufrimiento asociado a ella, cuya profundidad sicológica augura ya el estilo de obras futuras como Madame Bovary o bien La educación sentimental