Oro Blanco es la epopeya de los pastores vascos emigrados a los USA de América del Norte. Añoranza y espíritu de aventura combaten en el ánima de estos hombres contratados para guardar ovejas a muchos cientos y cientos de quilómetros de su tierra natal. Cuando el protagonista, Chemari, navarro de Vera de Bidasoa, toca en su armónica armonías de canciones españolas o bien vascas, cuando recuerda de la novia que prometió aguardarle allí en su tierra, la añoranza semeja quererlo quitar. Mas cuando de pie sobre una loma divisa los páramos castigados por la sequía, en el momento en que un poderoso impulso le induce a traspasar todas y cada una de las barreras y conducir el ganado famélico cara prometedores horizontes de verdes montañas, entonces es el espíritu de aventura el que se impone y manda, como en la temporada de los descubridores. Solo que ahora la burocracia extiende su sombra tentacular por todos y cada uno de los campos de la naturaleza y establece inexorable sus límites y demarcaciones. Hete aquí el enfrentamiento. Otro enfrentamiento no menos trágico nace del firme sentimiento del deber que encara al protagonista con el compañero desentendido, ególatra y poco aprensivo. Y el amor propio herido. Más que el amor propio: esa conciencia racial, nobiliaria, que hace del hombre vasco un dechado de integridad, de valor, de parquedad. Semejantes son los elementos épicos y humanos que han inspirado a CastilloPuche este relato fácil y enternecedor Sin comodines folclóricos ni artificios de lenguaje, ha logrado una pieza profesora en interés sociológico y en calidad literaria. Con ritmo de armonía pura, el prosista ha sabido presentarnos la vida de esos seres prácticamente de historia de leyenda que son los pastores vascos, quienes, a partir de ahora, serán conocidos y valorados en su auténtica dimensión humana y racial