Planeta web veinte Cristobal Cobo Romaní Inteligencia colectiva o bien medios Fastfood El término Web veinte nació a mediados de dos mil cuatro y medró hasta ser portada de los primordiales semanarios mundiales en las navidades de dos mil seis. Este fenómeno tecnosocial se popularizó desde sus aplicaciones más representativas, Wikipedia, YouTube, Flickr, Wordpress, Blogger, MySpace, Fb, OhMyNews, y de la sobreoferta de cientos y cientos de herramientas procurando captar usuarios / generadores de contenidos. Conforme O’Reilly, primordial promotor de la noción de Web veinte, los principios constitutivos de esta son siete: la WWW como plataforma de trabajo, el fortalecimiento de la inteligencia colectiva, la administración de las bases de datos como competencia básica, el fin del ciclo de las actualizaciones de versiones del software, los modelos de programación ligera al lado de la busca de la simplicidad, el software no limitado a un solo dispositivo y las experiencias enriquecedoras de los usuarios. En esta nueva Web la red deja de ser una simple vidriera de contenidos multimedia para transformarse en una plataforma abierta, construida sobre una arquitectura basada en la participación de los usuarios. Alrededor del término Web veinte viran una serie de términossatélite que retroalimentan su evolución. Software social, arquitectura de la participación, contenidos generados por el usuario, rich Internet applications, etiquetas, sindicación de contenidos y redes sociales, son solo ciertos en la larga lista de conceptos que enriquecen este fenómeno. Hay una polémica en torno a la relevancia y pertinencia del término Web veinte, hasta el punto de ser cuestionado por muchos actores del propio ambiente. Los autores de este libro estiman que Web veinte es la denominación más apropiada para describir el nuevo género de aplicaciones web dominantes y la fase actual en la que se halla la red creada por BernersLee. Como se va a explicar más adelante, el término Web veinte es uno más de los conceptos en un escenario de obsolescencia terminológica planeada. No obstante, la virtud que tiene esta noción, y en suma el texto fundacional de O’Reilly, es su capacidad de describir con precisión y síntesis un género de tecnología y sus productos derivados. Al hacer el ejercicio práctico de buscar sinónimos que abarquen los principios constitutivos de las recientes aplicaciones web, sucede que muchos quedan apartados por no ser inclusivos de sus propiedades. Si se habla de “redes sociales” vemos que se trata de un conjunto mayor a las aplicaciones web y que existen cientos de ellas que no respetan todos y cada uno de los principios recién citados (cualquier intranet, por poner un ejemplo). En verdad, la propia Internet es la madre de todas y cada una de las redes sociales on-line y las aplicaciones Web veinte son solo un pequeño subconjunto de ese planeta virtual. Algo afín sucede con la idea de escritura colaborativa y content management system: las dos peculiaridades son propiedades esenciales, mas no representan a la totalidad de principios constitutivos. ¿Qué ocurre con un sistema de administración de contenidos colaborativo mas limitado al ambiente de una compañía que marcha en sus servidores sin tener a la Web como plataforma y con dependencia de un software gerenciado en forma externa? Para cerrar esta polémica desde la propia introducción del libro, pensamos que el valor referencial y reproductivo de los nuevos conceptos está dado por su fácil entendimiento para públicos noexpertos, por la practicidad en el empleo y por su sentido amplio: estos son los primordiales valores del término “Web 2.0”, si bien exista cierta saturación en su empleo. En un ambiente en el que se producen cientos y cientos de lecturas aceleradas y mientras que todavía escasea una bibliografía estricta respecto de la Web veinte, este libro pretende desde su primer capítulo ser un aglutinador de ideas, al diseñar un breve marco teorético para el darwinismo de la WWW y compilar un amplio mapa de lecturas para aquellos interesados en entender y ahondar ahora evolutivo de Internet. Para iniciar se diseñó un breve glosario útil y pedagógico para iniciados a estas lecturas. Entonces, Alejandro Piscitelli un referente obligado de las ciberculturas en Iberoamérica ofrece un prólogo espléndido y crítico al unísono. Una recensión del libro que suma nuevas observaciones y lecturas que quedaron fuera del análisis propuesto en Planeta Web veinte. Se trata de una visión especialista con muchos años de recorrido teorético y en el terreno del hacer, que complementa las restricciones de los autores. Gracias Alejandro. El capítulo uno introduce al lector en la Web veinte y sus principios y diseña unos ejes metódicos para el trabajo siguiente. En tanto, el capítulo 2 plantea regresar a los orígenes de la Web, allí por los ’90 de la mano de BernersLee y su término de intercreatividad. El objeto es enfatizar de qué manera en el origen de la WWW se hallaban ya los elementos esenciales de esta nueva ola comercial veinte, lo que prueba que nada es tan nuevo como semeja. El capítulo vira asimismo sobre otros conceptos complementarios al de intercreatividad como inteligencia colectiva (Lévy), multitudes inteligentes (Rheingold), sabiduría de las multitudes (Surowiecki), colaboratorio (Matsuura) y arquitectura de la participación (O’Reilly)