Tras cuarenta años de dictadura, la Transición ha sido representada y explicada como el triunfo de la democracia. Unos líderes moderados y también inteligentes, un pueblo maduro y responsable, la ocasión de un cambio político, mas sin peligros, ni aventuras; fuera del acuerdo apenas quedaba espacio para las amenazas del extremismo terrorista y la involución. Esta es la imagen repetida en reportajes, libros y prensa, que hasta hace bien poco ha servido de pilar ideológico de la democracia de España. En este libro se prueba una interpretación diferente y rompedora. El cambio político no se explica desde la acción de un puñado de grandes personajes, tampoco a resultas de un extenso acuerdo en torno a la democracia posible, ni tan siquiera como la consecuencia de los pactos entre élites las de la izquierda y el reformismo franquista en los que se embarranca la crítica corriente. La Transición, y el cambio político coherente, se explican como contestación a una vasta crisis económica, política y social que se despliega desde las contradicciones que produjeron las fuerzas movilizadas a lo largo del último franquismo. Bajo esta perspectiva, el centro de la explicación devuelve el estrellato a las luchas de factoría, el movimiento vecinal, los nuevos movimientos sociales y, por norma general, la ola de cambio democrático que ensayó el país en aquellos años. Enfrentado a estas poderosas fuerzas, el inconveniente de la Transición fue el de de qué forma integrarlas y de esta forma anularlas. El resultado fue un régimen nuevamente tipo, la democracia liberal, que aunque satisfacía ciertas nuevas demandas, las encuadraba en un marco político que reforzaba y reproducía los intereses de viejas y nuevas oligarquías. En esto consistió el descalabro de la democracia en la Transición de España