Resurreccion Craig RusselUn nuevo libro, el tercero, en la saga del comisario Fabel y Hamburgo. Un libro titulado Resurrección quizás por el hecho de que resucita, como todo libro hecho para vender, un refrito de fórmulas de éxito que nada original aportan, si bien la zapateta final para solucionar el caso es engañosa: hace ver que hay cosas que no eran como se aventuraba, mas realmente lo esencial no es si lo eran o bien no, sino más bien su efecto sobre el lector. Y ese efecto existe. Me refiero, por si acaso no ha quedado claro, a las fórmulas para apresar la atención. Quien guste de ellas, en este libro puede darse un banquetazo.Un veloz repaso, no pormenorizado, a esos truquillos:El libro empieza con 2 “flash back”: una matanza con arreglo de cuentas por el medio veinta años ya antes de la acción, y un sacrificio ritual en el siglo III. Ahí es nada. Un link directo a lo esotérico que, desde ese instante, sobrevuela la novela. 2 misteriazos por el coste de uno para quien prosiga leyendo.Como siempre y en todo momento, tenemos a un asesino en serie que agrada de cometer crímenes “de diseño” (Fabel de momento no sabe perseguir otra cosa). Y lo hace de tal modo que, enlazando con lo precedente, a uno le viene a la cabeza la película de “Los inmortales”, tal y como si alguien venido desde muchos siglos atrás pudiese estar apiolando a quienes son como vaya a saber por qué razón enigmático motivo.Unamos a eso que la pobre María está atormentada y ofuscada por el soponcio del primer libro de la entrega, y que el delincuente de entonces planea por ahí como ese contrincante eterno que lo mismo tenía Sherlock Holmes enMoriarty que Batman en Joker: una “presencia” inquietante llamada a eso: a intranquilizar al lector. Y llamada asimismo a otra cosa: a crear adicción a la saga, para poder ver exactamente en qué va a quedar la fortuna del malvadísimo Vitrenko.Otra formulilla, ya usada por este autor en esta serie: usar un abanico de víctimas eficaces y potenciales que abarque un extenso fantasma social. Desde el pringadete hasta el político de altura. Quien no sienta interés por unos, lo va a sentir por otros. Quien no se apiade de los pobrecillos, va a sentir el morbo de ver si la sangre asimismo alcanza a los poderosos.Y, por no enrollarme más, la investigación, prácticamente como en la precedente entrega, solo avanza conforme avanzan los crímenes, lo que crea la “tensión de la sangre”, la permanente duda sobre el próximo crimen, para acabar, de nuevo, en una novela de acción donde hay escenas que uno ha visto en infinidad de películas aun si, como es mi caso, hace unos siglos que no ve una. Por ejemplo: dejar un pegote siniestro como amenaza en el propio domicilio de Fabel (quien desee conocer a qué me refiero, que lea el libro), verse el pobre con una bomba al lado y sin poder menearse a fin de que no explote, o bien cuando el malo muy, muy malo se hace presente un poco antes del fin y captura a uno de los buenos haciendo augurar que el pobre bueno las pasará de aúpa hasta el momento en que llegue elséptimo de caballería.Como digo, recursos facilones que van a hacer las exquisiteces de quienes agraden de ellos, y que entretendrán a prácticamente todos, si bien literariamente hablando sea un libro inocuo.Y una cosa más: supongo que a fin de que todo el planeta pueda leer a Fabel comenzando por la tercera novela, la segunda, o bien la que le venga en gana, el creador vuelve a comprobar de nuevo (y la verdad, fatiga), la vida, obra y milagros del caballero: por qué razón se metió policía con lo buen historiador que podía haber sido, por qué razón vive donde vive (el tema de la pasta y tal), qué vistas tiene su apartamentito, de qué forma es Hamburgo, qué tripa se le ha roto a la sicóloga, al hermano, etcétera Lo dicho: tanta reiteración que es recomendable poner alejar la lectura de cada novela de la serie