En los años veinte y treinta, Robert Musil, que preparaba su gran novelaensayo El hombre sin atributos, vivía apartado de los entornos culturales austriacos que, por su parte, no tenían mucho interés en verle, oírle o bien leerle. Era una temporada de crisis en la que se vacilaba de todo sistema de conocimiento filosófico, o bien de cualquier otro tipo. Así, esta conferencia Sobre la estupidez pronunciada por Robert Musil en mil novecientos treinta y siete en la federación Austriaca del Trabajo, tras la publicación de los 2 primeros volúmenes de su novela, es una de sus muy, muy escasas apariciones públicamente ?y asimismo la última: en mil novecientos treinta y ocho, frente a la ocupación nacionalsocialista, Musil abandonó Viena para cobijarse en Suiza donde murió 4 años después, prácticamente olvidado. ¿Qué es verdaderamente la estupidez? ¿Quién es verdaderamente imbécil? 7 años ya antes de esta conferencia, Robert Musil había escrito ya: "Si la estupidez no se pareciese tan de manera perfecta al progreso, al talento, o bien al mejoramiento, absolutamente nadie desearía ser imbécil". El lector podría preguntarse: ¿Quién se ha creído que es este Musil para charlar de la estupidez? Esta pregunta es imbécil, como lo prueba Musil: se estima que, para charlar de la estupidez, hay que ser inteligente; se cree que hacer gala de inteligencia es un signo de estupidez; se considera, puesto que, más prudente no mostrarse inteligente, esto es, mostrarse imbécil. Esta prudencia, obviamente fatalista, le recuerda a Musil aquella otra, más catastrófica, del más enclenque que, siendo el más sabio, evita enseñar su sabiduría: ¡esta podría conminar la vida del más fuerte! Mas escribe Musil: "El que está en el poder se irrita menos cuando los enclenques no pueden que cuando no desean". Por ende, ser imbécil para no mostrarse inteligente, actitud que se considera tonta, termina por reducir al hombre a la "desesperación, es decir, a un estado de debilidad". Este no es más que uno de los aspectos analizados por Musil en este texto en el que cada oración es motivo de reflexión. Pocos escritos sobre este tema ponen tantas ideas y principios en cuestión, pocos escritos plantean tantas sugerencias heterodoxas